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Nuestras ciudades reproducen de la forma más cruda y despiadada una de las realidades que asolan el mundo de hoy: la desigualdad. Esta desigualdad separa zonas y barrios con fronteras visibles e invisibles. Es una desigualdad de la que nacen marginación y estigmatización, que determina la esperanza de vida de quienes habitan en cada barrio. Cada ciudad tiene sus zonas marcadas a fuego con esa imagen de marginalidad y violencia que los medios se encargan de fomentar y las instituciones públicas de esconder cuando no negar. ¿Qué hacer para combatir esta injusticia? ¿Cuál puede ser nuestro papel? ¿Tenemos derecho a quedarnos con los brazos cruzados mientras vemos cómo la gentrificación destruye nuestras ciudades, mientras tomamos conciencia de que nuestros hijos nunca podrán pagar la vivienda en la que vivieron, mientras cada vez son más las personas que esas ciudades convertidas en parques temáticos para turistas empujan a las periferias?

Son muchas las alternativas que tenemos. La cuestión es decidirnos a dejar de mirar a otro lado y tomar partido. Y para eso hace falta sensibilidad, solidaridad, creatividad y mucha, mucha ilusión. Eso es precisamente lo que están haciendo en las #64CASES en el barrio La Soledat, quienes trabajan en Aatomic_lab. Acercándose a la realidad de las vecinas, conociendo de primera mano los problemas a los que se enfrentan, dedican su talento, su esfuerzo y su tiempo a fortalecer los vínculos afectivos de los vecinos rescatando aspectos culturales que les sirven de unión y cohesión y tejen redes identitarias de comunidad. Porque son conscientes de que solo desde la identidad, desde sentirse identificado con o saberse integrado en, se puede construir ese espacio en el que no caben la marginación ni la desigualdad. Trabajan en tres direcciones muy definidas: fortalecer los vínculos afectivos de los vecinos, reconstruir los vínculos con el territorio y dar valor a la cultura barrial democratizando los entornos de la ‘cultura’ desde la cocreación, la participación del vecindario trabajando conjuntamente a partir de la expresión artística y cultural.

Llevan más de tres años trabajando en ello con entusiasmo y con una generosidad capaz de unir a las gentes del barrio defendiendo, con el arte y la cultura como herramientas, su derecho a una vivienda y a un espacio público. Es mucho lo que podemos y debemos hacer. Sin duda, estamos frente a un camino largo y duro, pero ese camino, como todos, empieza con un primer paso: aprender a mirar la realidad y comprometerte a cambiarla desde tu aquí y tu ahora.