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La pandemia puso patas arriba la vida y el sistema, obligando a reestructurar muchos servicios. Pero aprovecharse de una coyuntura para convertir algo en estructural es inaceptable. Diría lo contrario si tuviera que referirme al teletrabajo, porque también es cierto que a veces las crisis son el revulsivo para plantearse cambios y ejecutar benditas reformas. Y esta fórmula debió llegar para quedarse. Ahorraríamos mucho en tiempo, combustible y contaminación.

No soy contradictoria, simplemente relativista. La crítica hay que hacerla cuando toca, y esta vez el foco hay que centrarlo en la sanidad. El juicio hacia la atención hospitalaria y de urgencias lo dejamos para otro día. Doce horas para tratar la fractura de fémur de un anciano da para muchas líneas. La comprensión es necesaria, pero difícil cuando hablamos de dolor.

Vamos a centrarnos en la atención primaria. Los diagnósticos correctos requieren la exploración del paciente, la presencialidad, el diálogo directo. No es una ciencia exacta que pueda resolverse al estilo echador de cartas del tarot por teléfono. Y las citas se hacían a distancia y por voz durante la pandemia y así se han mantenido. Aun así, dejemos que esto lo juzguen los médicos.

La parte más negativa es la supresión de facultativos y la vuelta a la centralización de la atención, dejando sin médicos a centros de salud adyacentes, dependientes de PACs. Esto es lo que ha pasado con muchos pediatras, que han dejado de pasar consulta en poblaciones más pequeñas desproveyendo de atención médica a muchos niños.

Pongo un ejemplo claro: Palmanyola, entidad local dependiente de Bunyola, ya no tiene pediatra presencial, pero tampoco lo tiene Bunyola. Antes nos dábamos con un canto en los dientes por tener pediatra dos o tres días a la semana. Ahora no disponemos ningún día. Para asistir a la consulta física del especialista infantil hay que desplazarse hasta Santa María, a 20 minutos si no pillas ciclistas. Esto se entiende como medida temporal durante una crisis sanitaria que requiere focalizar esfuerzos ante una patología, pero no se puede aceptar su eternización, máxime cuando se registra una extendida normalidad en el resto de sectores. Simplemente porque si hay un área que debería salir fortalecida de una pandemia es precisamente la sanitaria.

Faltan médicos, según ellos mismos denunciaban hace unos días manifestándose. La ratio pacientes por médico, por lo que desvelan, es inasumible. Están extenuados. No olvidemos que son los mismos que han parado su reloj y se han jugado la vida por sostener la salud de la población. Y no se puede dejar sin servicio a pacientes. Tampoco de núcleos urbanos menores como si fueran ciudadanos de segunda. Y mucho menos a niños.