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En mi pueblo del Pla de Mallorca, bailan los cossiers, pervivencia de antiguas danzas rituales que acompañaban los momentos de ceremonia o de fiesta. En Algaida, desde que era una niña, bailan los cossiers, seis caballeros vestidos de blanco, con una falda roja, verde o amarilla que lleva un fajín del que salen cintas de colores. Bailan en Sant Honorat, la fiesta de invierno, el 16 de enero, y por Sant Jaume, el 25 de julio. Mi abuelo fue cossier. Cuando lo recordaba, se le humedecían los ojos. Le brillaban con una intensidad que me robaba el alma. Siempre me inspiró una enorme ternura. Al final de su vida, no había olvidado los nombres de las danzas, ni el ritmo del baile, que marcaba a golpes de su bastón en el suelo de casa.

Me han dicho que hay ‘crisis’ en el mundo de los cossiers de Algaida. Está visto que, en Mallorca, los secretos no duran demasiado. Parece ser que, en una votación interna, se barajó la posibilidad de que las mujeres fuesen también cossieres. Seamos escrupulosos por favor: paridad ante todo. Exactamente el mismo número de mujeres y hombres. Se acabaron las discriminaciones.
Pues lo siento. Me parece fatal. Estoy harta de discursos demagógicos y superficiales a la vez. Los cossiers siempre han sido señores que rendían honores a una gran dama. Alguien ha olvidado que la dama a la que ofrecen ramos de albahaca (los recuerdos de los olores me encantan) es actualmente una mujer? Este papel, en mi niñez, lo interpretaba un hombre puesto que las mujeres (tantas veces discriminadas) tenían prohibido actuar en representaciones. Por suerte, conseguimos poner las cosas en su lugar. Los cossiers se inclinan ante la dama, la única que es capaz de vencer y matar al demonio, en un canto espléndido a la figura femenina. Por favor, dejémonos de tonterías. La dama es quien vence el mal, todopoderosa ante sus caballeros. ¿Por qué cambiar el sentido de algo tan sabio?

La danza dels Cossiers es un elogio a las antiguas sociedades matriarcales, en las que la mujer se identificaba con la Madre Tierra, protectora, rica y fecunda. Antes de caer en simplismos absurdos, mantengamos la tradición: en Algaida, seis cossiers, una dama, y un demonio burlón. ¿Cuál sería el próximo paso hacia el despropósito? ¿Qué pasaría si alguien cambiase la Mare de Déu de la Pau, mi querida patrona, por un señor con bigote? Pues eso.