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Pedro Sánchez iniciará esta semana un viaje por las capitales europeas hablando de la necesidad de llegar a un acuerdo para frenar el alza en el precio de la energía, que ha hecho trizas presupuestos anuales, planes de empresas y los datos de crecimiento previstos en la UE. ‘Desgasificar’ la factura de la luz es una receta difícil que requiere un amplio pacto en las naciones de la UE. Pero ese pacto ha de ser, además, político: cómo afrontar la avalancha de Putin no solo sobre Ucrania, sino sobre la economía occidental. Lo que está por ver es que esta ronda de encuentros internacionales sirva para algo si el clima de la política nacional no está pacificado. Y, hoy por hoy, no lo está. Cierto que se avizoran cambios importantes en el principal partido de la oposición, cambios que supondrán un nuevo enfoque en las relaciones con el Gobierno de Sánchez. La ‘era Feijóo’ va a ser diferente de la precedente sobre todo por una: esto no puede seguir así, y Feijóo y Sánchez lo saben.

Se cumplen ahora dos años desde que la pandemia nos cambió la vida. Dos años en los que ha ocurrido de todo. En los que creíamos haber visto de todo, desde un tipo vestido de búfalo poniendo los pies sobre la mesa del presidente del Senado norteamericano hasta gente esquiando, gracias a Filomena, por la Puerta del Sol. Pasando por las calles completamente vacías, desalojadas por el confinamiento o al hombre que ejerció la jefatura del Estado durante cuarenta años abandonando, tal vez definitivamente, su país. Creíamos haberlo visto todo, sí. Y entonces, cuando pensábamos que nos empezábamos a recuperar, llegó Putin. En el peor momento, como no podía ser de otro modo, porque se trataba de asestar un golpe letal a su odiada Europa.

En paralelo a este viaje promocional, por Europa, Sánchez tiene que arreglar las cosas en casa. Viajar es una manera de ensanchar el alma, pero el principal viaje es el que emprendemos hacia nosotros mismos, ¿verdad, presidente?