TW
0

Vivir la guerra es una tragedia y revivirla cuando no has formado parte de ella solo puede ser un recordatorio de lo que no debemos fomentar. Por desgracia, la destrucción se muestra llena de realismo y horror en medios y redes sociales. Probablemente la mayoría de nosotros volvería a la vida despreocupada y superficial que reinaba en los años de bonanza en los que los bancos dejaban a chorro el dinero y la fiesta parecía que no iba a parar. Arrastramos una profunda crisis económica desde la COVID y, todavía no recuperados, esta guerra ha sido el remate de una sociedad muy tocada anímica y psicológicamente. Desconozco el remedio que tiene todo esto y me pregunto si la diplomacia o los miedos son solución o problema. ¿Qué sociedad y qué orden quedará después de todo esto? ¿qué frágil es el mundo y el sistema si un solo hombre puede ponerlos en vilo?

Apenas sabemos qué piensa realmente la población rusa y sí estamos comprobando la demostración de patriotismo hecha por la sociedad ucraniana y sus políticos. Los últimos han olvidado la verborrea para armarse y ponerse en el frente. Imágenes que hacen más fuerte a una resistencia cuyos efectos actualmente desconocemos y que, en cualquier caso, llevarán a muchos –demasiados– muertos por la patria. ¿Quién de nosotros moriría por la patria y qué políticos en nuestro país pueden ser tan influyentes y ejemplares para llevarnos a ello? Pero volviendo al drama que no es tan lejano y del que somos espectadores y poco más uno se plantea si somos como los pasajeros de un Titanic a punto de hundirse o si seremos capaces de llegar a buen puerto con el fin de evitar daños mayores. En ese poco que podemos hacer hay que buscar las mejores fórmulas para ayudar a una población que en este momento carece de lo básico. Uno siempre espera que esas ayudas no se queden en el camino y creo que la Unión Europea debería canalizar todas las ayudas desde Polonia por su proximidad y capacidades productivas y logísticas. Algo más tenemos que hacer puesto que los gestos y las sanciones no están teniendo efectos en una paralización inmediata de un fuego que alcanza más civiles que los que debería (no hay guerras exclusivamente entre militares).

En estos momentos los políticos deben decidir por nosotros y no pueden equivocarse. Hay muchas lecciones que se podrán aprender una vez que se cierre el conflicto y de nuevo se suma una importante factura de retorno a la normalidad que deberemos ayudar a pagar. Los felices 20 se están convirtiendo en una pesadilla y este siglo XXI preocupado por las emisiones de Co2 que supone enviar un email o elaborar un envase de tetrabrik está viendo atacar centrales nucleares. Todos los miedos parten del mismo lugar, el mal gobierno de lo colectivo: una enfermedad y peligro que no logramos superar.