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Las presuntas ‘razones’ de Vladímir Putin para agredir a Ucrania no difieren de las que usó en su día Adolf Hitler para anexionarse Checoslovaquia, primero, o para invadir más tarde Polonia: presuntos agravios, expansión necesaria de su zona de influencia nacional y autodefensa en vez de agresión. Con lo que de compararle a alguien en la Historia, a Putin habría que hacerlo con el canciller del III Reich.
No se paran ahí las similitudes. Hasta la víspera misma de la invasión, Putin juró y perjuró que no era ésa su intención.

Al igual que Hitler lo hizo con las potencias occidentales, paralizadas ante el paulatino expansionismo nazi y con Chamberlain y Daladier ridículamente engañados. La Historia, pues, se repite, hasta en detalles periféricos, como el coqueteo hasta la fecha de algunos grupos de la derecha más radical europea con el líder ruso.

No sé por qué los analistas huyen de esa comparación, cuando la meteórica ocupación de Ucrania tiene su precedente en la vertiginosa invasión de Francia por las tropas nazis. Si el pasado debe servirnos de lección, no olvidemos que Hitler ocupó medio país, instalando en el otro medio un régimen títere de presunta independencia. Algo de eso podríamos ver hoy día en la Ucrania invadida, con la posibilidad de que los territorios del este quedasen anexionados por Moscú y los del oeste teóricamente independientes pero con un Gobierno complaciente con los intereses rusos. De estas cosas, digo, poco se habla, pero hasta ahora las acciones de Vladímir Putin más que a ningún otro nos recuerdan a las del creador del nazismo, de nombre Adolf Hitler.