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Rusia ha expandido su influencia en África en los últimos años. Desde su intervención militar en Libia y el fortalecimiento de los lazos con Argelia y Egipto en el norte de África hasta su apoyo a los gobiernos militares en Malí y Sudán. La suplantación de Francia como el principal socio internacional en la República Centroafricana (RCA) y la penetración agresiva en el sur de África. Rusia está cambiando el mapa de gobernanza y seguridad del continente africano.

El ‘regreso de Rusia’ a África generalmente se expresa en esferas de influencia entre los gobiernos y la población a través de campañas de desinformación, la venta de armas, el apoyo diplomático a los regímenes autocráticos y uso de grupos paramilitares en el ámbito de la seguridad.

Los últimos días estamos viviendo estos ejemplos de interferencia en el caso de Mali. En este país el grupo paramilitar ruso ‘Wagner’ está sirviendo la agenda exterior rusa con sus diferentes intervenciones en los golpes militares, influyendo para la retirada de la representación diplomática francesa, o el aplazamiento del anuncio de las elecciones. Los mercenarios del Grupo Wagner representan una diplomacia paralela al servicio de los intereses económicos de Moscú, que intenta garantizar el acceso a los yacimientos energéticos y minerales. Este grupo según las organizaciones internacionales, entre ellos la Unión Europa, es un impulsor del conflicto, capitaliza la inestabilidad para sus propios intereses. Lo hemos visto en otros países afectados por conflictos como Libia y la República Centroafricana.

Las empresas estatales rusas han estado extrayendo bauxita en Guinea, extrayendo diamantes en Angola, concesiones para la producción de gas en alta mar en Mozambique. El gigante privado de la energía rusa Lukoil tiene proyectos en Camerún, Ghana y Nigeria y está buscando adquirir una participación en la República del Congo. Rusia también está cerrando acuerdos para la tecnología de la energía nuclear en varios países africanos, incluida la construcción de la primera planta nuclear en Egipto, financiada por un préstamo de 25.000 millones de euros.

Mientras Europa mira con temor y miedo lo que está pasando en su frontera del este, Rusia, a través de su grupo paramilitar, está penetrando en África, agilizando los pasos para aprovechar el despiste. Lo vivido en Mali estos días es una llamada de atención para que el eje atlántico tenga en cuenta al continente africano en su estrategia exterior.