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Mientras la política catalana digiere los atracones pasados, del independentismo al soberanismo pragmático, el previsible avance del PP, con Vox, en las dos próximas elecciones de Castilla y León y Andalucía tensionará aún más la política en un desenfrenado intento por bloquear al Gobierno de coalición. Sin olvidar la vertiente judicial, el Partido Popular y Vox dirigen sus esfuerzos a torpedear el acuerdo entre la patronal, electorado natural del PP, y los sindicatos, con la única ambición de no permitir que el Gobierno se apunte el éxito de la reforma laboral. La segunda táctica de acoso al Gobierno se centra en sabotear su acción en Europa; sembrando dudas sobre el reparto de los fondos Next Generation, que ya han sido validados por la Comisión Europea, con la pretensión de confundir a los dirigentes europeos, mayoritariamente del Partido Popular europeo. La tercera pata del asalto a La Moncloa está en aprovechar los vaivenes de la coyuntura política: la desintegración de Ciudadanos y la, aún, no nata alternativa de España Vaciada. El tactismo del presidente de Castilla y León adelantando las elecciones dos años, incomprensible si no se interpreta en clave electoralista para asegurarse la continuidad en el poder, no ha dado tiempo a que las nuevas formaciones de la España Vaciada se conformaran y ofrecieran candidaturas con cierta garantía de visibilidad.

Piensan, en el PP, que un mapa electoral teñido de azul de norte a sur, con Madrid en el centro, impulsará una ola neoconservadora imparable en las elecciones generales. Y lo fían a la buena habilidad en la planificación y uso del tiempo político. El trumpismo en estado puro. Mensajes oportunistas, distorsionados o sacados de contexto, con la intención de generar estado de opinión.
Las campañas a la americana se han impuesto en España y, con claridad, cuando Rajoy contrató a The Messina Group (TMG) para la repetición electoral en 2016; la compañía que hizo presidentes a Barack Obama, Matteo Renzi y David Cameron. Las elecciones se ganan desde los laboratorios de análisis de datos, cotejando encuestas y un listado de parámetros, también psico-emocionales, que se evalúan en función de la coyuntura. El objetivo es decantar el voto justo el día electoral. Por eso las agencias de comunicación política son reticentes con el voto por correo o facilitar el voto anticipado, que algunos estados de Estados Unidos prevén en su legislación electoral.

La táctica que se está siguiendo en España es la de pillar a contrapié al contrario. Romper los esquemas de previsibilidad y evitar que el competidor se resitúe en el tablero político. Eso ha ocurrido en Castilla y León, evitando que la plataforma España Vaciada tuviera tiempo de definir un proyecto y organizarse pudiendo aspirar a quedarse con electorado de Cs y parte del propio PP centrado, ese que no comparte la deriva ultraderechista de Casado pactando y asumiendo planteamientos de Vox.

En Baleares, donde la convocatoria electoral no está al alcance del PP, todavía tienen cabida proyectos políticos nuevos que busquen ese espacio de centralidad que se acerque más a la templanza que mostró el PP de Gabriel Cañellas que al extremismo de Casado y la siempre disciplinada Marga Prohens.

En el tranquilo patio balear hay movimientos. En la izquierda habrá que ver qué pasa con Podemos y la estrategia de las marcas regionales, y en la derecha, especialmente en el centro derecha, con la escisión en el PI. Los antiguos de UM se han quedado solos con la etiqueta, y ahora el nuevo partido de los disidentes, Aire Fresc, con nombres como el ibicenco Toni Roldán, Pere Soler, Cati Rieras o el líder de los jóvenes, Sebastià Salas, tienen la oportunidad de un centrismo pragmático y poliédrico. ¿Será la adaptación balear de plataformas como la España Vaciada? ¿La España saturada?
La cuestión es si el nuevo partido será capaz de ilusionar, como hiciera el de Font, a los votantes ‘populares’ que estén más por los acuerdos y el pragmatismo que por la vuelta al pasado y con Vox.