TW
0

Allá por el año 3850, un conquistador espacial cuyo nombre no hace al caso llegó con medio millar de expedicionarios a un lejano planeta de aspecto idílico, parecido a un poema pastoril pero sin pastorcillos, donde la criatura más grande y feroz tenía el tamaño y talante de un conejo. Tras deambular unos días investigando con un medidor de hostilidad ambiental, cuya aguja no se movía del cero, decidieron que aquel mundo bucólico de abundantes riachuelos, aunque algo aburrido, no sólo era vivible, sino muy vivible. Conquistable.

El conquistador espacial, con un fuerte pisotón en el suelo, marcó entonces un punto en el prado, y ordenó a los suyos construir ahí (ahí exactamente) una torre defensiva metálica de un kilómetro de altura, tarea para la que contaban con una impresora digital gigantesca dotada de materializador cuántico. «Y eso por qué», le preguntó su lugarteniente. «Para defendernos de los enemigos», dijo el líder. «Aquí no hay enemigos», observó el otro, que era muy quisquilloso. «Los habrá en cuanto acabemos la torre», zanjó el intrépido cabecilla. Y vaya si tenía razón, porque de inmediato se rompieron las hostilidades. Los expedicionarios se dividieron en dos bandos enemistados; la mitad más o menos se quedaron construyendo la torre, y la otra mitad se largaron con el quisquilloso. Por si esto fuera poco, ambos grupos no tardaron en descubrir que esos conejos siderales eran señuelos de una civilización superior de cabrones galácticos, que usaban ese planeta como trampa para colonizadores espaciales.

Muy hostil, nada pastoril. Este cuento viene a cuento porque seguramente, y sin necesidad de un medidor de hostilidad, habrán notado lo mucho que está aumentando ahora y aquí dicha hostilidad ambiental, y cómo temblaría la aguja en la zona roja de peligro caso de que dispusiéramos de ese artefacto. Hostilidad general, difusa, mediática. Digital, trending topic. La gente detecta hostilidad en todas partes, la huele. En las noticias, en sus móviles, en el Parlamento, en los comentarios, en las caras. Hostilidad en sí, porque sí. Iba a decir que en un ambiente hostil, cualquiera se vuelve necesariamente muy hostil. A todo. Mejor contarles un cuento.