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Estas pasadas Navidades, el Ayuntamiento de Barcelona, en su homenaje anual a Francesc Macià, ‘L’avi’ del nacionalismo catalán, lo presentó como fusilado por la causa. Aunque la verdad es que murió de una apendicitis el día de Navidad de mil novecientos treinta y tres; durante, pues, la Segunda República. Cierto que pronto se dieron cuenta del error y lo enmendaron. Macià fue un líder conspirador romántico que ha dado pie a leyendas, tergiversaciones y ocultamiento de episodios de su historia, llena de contradicciones. Pese a ser masón y comecuras murió cristianamente, besando el crucifijo de su hermana religiosa y recibiendo la absolución del Cardenal Vidal i Barraquer. Contrariamente a lo deseado por la familia, la Generalitat, a instancia de los masones de ERC, impuso un entierro laico.

Siendo paseado por Barcelona sin crucifijo ni cantos religiosos. Antes de su inhumación, se realizó un rito masónico consistente en extraer su corazón y vísceras, y guardarlas en una urna. Durante la Guerra Civil, Tarradellas mandó recoger el corazón de Macià, que se llevó al exilio, y trasladar el cuerpo de Macià del sepulcro oficial al mausoleo de los Hermanos Collaso Gil. Cuarenta años después, se descubrió que dicho traslado nunca se realizó, que el cuerpo de Macià siempre se ubicó en su tumba original (corazón incluido), y que el corazón que Tarradellas paseó en una urna por media Europa no era el de Macià. Descubrimiento que frustró la ceremonia que con el corazón de ‘L’avi’ quería realzar, en su día, el Ayuntamiento de Barcelona. Macià, que alcanzó el grado de coronel de ingenieros del Ejército español, se convirtió en un insurgente fracasado en su intento de invadir Cataluña desde Francia y así liberarla de España. Para ello había buscado el apoyo de Moscú comunista, de los anarquistas, de Mussolini y otros. Pero no consiguió nada, pues nadie estaba por la labor.

Excepto Mussolini que le mandó un curioso personaje llamado Ricciotti Garibaldi. A pesar de la escasísima colaboración, cual quijote con barretina, se lanzó solo a la aventura, que obviamente fracasó. Ya en el exilio lanzó, el 23 de febrero de 1927 una proclama a los catalanes, que comenzaba de este modo: «La insurgencia nacional que iban a promover los voluntarios catalanes bajo la bandera del Estat Català recomenzará pronto. Estad, pues, prevenidos, disciplinados y atentos al nuevo llamamiento. Cotizad todos una nueva contribución de guerra…» Si ‘L’avi’, desde la historia lo viene reclamando, sus cachorros, es lógico que lo quieran volver a hacer.