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Una vez más y ya son unas cuantas, la justicia europea dice no a la española y Valtònyc no será extraditado, podrá andar libremente por donde le dé la gana sin pisar Mallorca. Feliz año, chaval. Las injurias a la corona no se reconocen en Europa; por cierto, un continente de castillos, reyes y reinados. Seguramente porque en Europa los tribunales han evolucionado mientras que en España siguen en el siglo XVI. El rapero mallorquín fue condenado a tres años y seis meses de cárcel por las letras de sus canciones: «El rey Borbón y sus movidas… no se si cazaba elefantes o iba de putas… son cosas que no se pueden explicar… como que para hacer de diana empleara a su hermano».

Éste es uno de sus raps, una forma de canción denuncia o el modo de expresarse en ritmo moderno. Por esta y otras estrofas todavía más explícitas a Josep Miquel Arenas Beltrán (Valtònyc) le condenaron los tribunales. De otra manera más clásica, Antonio Machín, trataba de racista a la Iglesia por no pintar ángeles negros. La diferencia está en las mentes simplonas de los jueces de un Consejo General del Poder Judicial que debió renovarse hace tres años y sigue ahí decretando máximas. José Miguel es independentista, anticapitalista, republicano y antifascista, mallorquín de nacimiento y artista rapero, otro como él, Pablo Hasél, está entre rejas porque se quedó en casa y ofendió a no sé quién con su música rap. Los artistas estamos en la cuerda floja.

El derecho a la libertad de expresión se reconoce en todos los países civilizados y únicamente en aquellos territorios autocráticos se persigue al artista por su manera de expresarse. Que los tribunales europeos avergüencen a una España que se proclama a sí misma democrática es lamentable, un gobierno progresista debería hacer algo con o sin la benevolencia del señor Casado, líder de la oposición. El Consejo General del Poder Judicial seguirá siendo bananero persiguiendo a los independentistas catalanes, a los artistas que no están en su línea ideológica y a todo aquel que considere a la monárquica una institución caduca. Aquí muchos van a misa y creen en el demonio, pero no aceptan al diferente. No hay mayor respeto que respetar al adversario.