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No me lo esperaba. Suponía, en plena Navidad, a Pedro de Montaner a resguardo en su caserón de Palma, pero he ahí que se me ha hecho presente en Esporles, donde vivo, a través de su libro: Gente de la calle. Orígenes y evolución del caso de los chuetas, judeoconversos mallorquines; un libro que tomas y retienes hasta su última página.

Además, el autor no solo ha conseguido que se le leyese con interés si no también provocar un escándalo. Lo mismo le sucedió hace sesenta años a Miguel Forteza Piña con el mismo tema. Era Miguel un sólido intelectual y un chueta comprometido con la causa, hijo de aquella gran dama que fue Aineta Piña Cortés, descendiente de Domingo Cortés, uno de los diputados de ‘la calle’ que conseguirían de Carlos III la supresión de las ignominiosas leyes antichuetas. El escándalo que provocó el libro de Forteza fue mayúsculo, al tiempo que su éxito editorial, alcanzando pronto las quince ediciones.

La Mallorca de hoy ha cambiado estrepitosamente. Veremos lo que vende el libro de Montaner, pero el hecho es que ya también tenemos el escándalo montado, aunque con motivaciones distintas. Las críticas a Montaner derivan de su tesis, sólidamente documentada, de que la nobleza nada tuvo que ver con la discriminación de los chuetas, puesto que esta se mantuvo al margen del antisemitismo e incluso apoyó a los judeoconversos para que superasen su injusto apartheid. Destaca Montaner, que nobles y conversos mantenían estrechas relaciones mercantiles e incluso parentales. Olvidan los críticos, que el autor, más allá de aristócrata, es un reconocido historiador que busca la verdad, aunque sobresalte. Sabe muy bien del papel clave del jurista Fernando Chacón, vinculado a los ilustrados aristócratas Cotoner y Sureda en las horas en que los diputados chuetas alcanzarían su objetivo ante la Corte. Además en el 2002 ya se implicó en el tema con su trabajo Martí, una familia chueta en el brazo noble mallorquín, y hace pocos años nos aportó un espléndido trabajo sobre los Tarongí ennoblecidos en Sicilia, así como su estudio sobre los Morro, judeoconversos en el brazo noble mallorquín. De momento, sus críticos no son historiadores. Se lamentan de que la odiada nobleza salga limpia de su complicidad en este miserable asunto del antichuetismo, pero nada aportan en busca de la verdad. Igualmente, algunos de ellos por las redes sociales y en su condición de chuetas, se rasgan las vestiduras al comprobar que el autor duda del grado de semitismo de su colectivo. ¡Qué cosas!

Pienso que la publicación de Perico exigirá una segunda parte, no en busca de culpables, pero sí del porqué del fenómeno, que no radica solo en la publicación del panfleto del padre Francesc Garau, del que Montaner nos plantea sabrosas interrogantes, sino también en motivaciones de diverso orden, sociales, económicas e incluso de supremacismo eclesial, al margen del mensaje cristiano. Esto deja caer el jesuita Miquel Batllori en su prólogo a Les cartes romanes de mossèn Pinya, donde denuncia el grado de complicidad del clergat mitjà mallorquí, contrari a la superació del problema. Esperemos que a día de hoy no nos tiremos de nuevo los trastos a la cabeza, pero sí que tomemos la cuestión con rigor y a modo de aprendizaje para una sociedad sin apriorismos ni fronteras. Lo necesitamos.