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Las recetas económicas, las políticas aplicadas en definitiva, condicionan la recuperación de una economía en tiempos de crisis. La severidad de éstas se puede paliar en función de las medidas adoptadas. En este punto, la historia económica enseña los caminos desbrozados por los economistas y los políticos a quienes asesoraron, en direcciones explícitas. Tenemos estudios científicos rigurosos sobre las crisis económicas contemporáneas; no nos extenderemos en esto. Pero si nos fijamos estrictamente en las dos últimas, la Gran Recesión (crisis financiera, 2008) y la Gran Reclusión (crisis COVID-19, 2020), las políticas económicas desplegadas dibujan sendas dispares. Esto es lo que se recoge en el gráfico que acompaña a este texto.

Se trata de dos curvas, publicadas por el presidente del Eurogrupo Paschal Donohoe, un político conservador. Se ve con claridad la evolución de la economía durante la Gran Recesión (línea roja), en contraste con la discontinua de la Gran Reclusión. La caída en este último caso ha sido enorme, como se aprecia en esa ‘V’ acentuada; pero la recuperación está siendo mucho más sólida que en el caso de la Gran Recesión. El presidente del Eurogrupo, en tal sentido, subraya que se ha recuperado el PIB previo a la pandemia en ocho trimestres; es decir, cuatro veces más rápido que durante la crisis de 2008. Irrebatible.

Fuente: Paschal Donohoe.

¿Las causas? Como se decía, las políticas aplicadas en uno y otro caso. Durante la Gran Recesión, retirada rápida de estímulos fiscales, fijación de una ortodoxia severísima en forma de drásticos equilibrios presupuestarios, subidas de tipos de interés, ausencia de ayudas relevantes de la Unión Europea. En la Gran Reclusión, por el momento, se actúa en una dirección opuesta a lo anterior. ¿Responsables esenciales del despropósito de 2008? Helos aquí: Angela Merkel, Jean Claude Trichet (presidente entonces del BCE), Wolfgang Schäuble (ministro de Finanzas de Alemania). Resultados: la crisis de 2008 se recuperó, en la UE, en 2014, mientras en Estados Unidos la recesión se superó en 2009. Las autoridades monetarias de la Reserva Federal sabían historia económica; las europeas, no.
Se ha aprendido en la crisis de la COVID-19, por fortuna. Merkel recapacitó. Los números avalan esto: se puede opinar; pero los datos son tozudos. Ideología mainstream frente a la realpolitik, con resultados tangibles, benefactores para el conjunto de la economía. La gráfica de Donohoe lo rubrica. ¿Peligros? Retirada prematura de los estímulos fiscales y monetarios. La evolución de la inflación alimenta las tesis más convencionales: subir los tipos de interés. El descosido sería brutal, sin descuidar la inquietud que genera la persistencia inflacionista, que cederá en el primer cuatrimestre de 2022. Christine Lagarde, presidenta actual del BCE lo sabe. Pero el vuelo de los halcones es impetuoso, auspiciado por vientos calvinistas: volver al redil de la austeridad y castigar a quienes incumplan. Una amenaza en toda regla que, si cuajara, situaría la curva de Donohoe en senda parecida a la de la Gran Recesión: debacle.