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Sí, señoras y señores: hay cosas que dan vértigo. Da vértigo pensar que desde aquí y por aquí celebramos aniversario, y que son ya nada menos que trece los años que llevamos nosotros escribiendo estas columnas dedicadas al rijo y al refocile de todo pelaje. Da vértigo pensar que, por lo tanto, quienes nacieron al mismo tiempo que ellas están ahora mismo entrando en la adolescencia, prestos a explorar nuevos y amplios territorios para los que convendría que estuviesen convenientemente preparados.

Y da (mucho) vértigo ver cómo una asociación de esas religiosas que defiende sus libertades a costa de pisotear las de los demás carga una y otra vez de forma indiscriminada contra las guías de educación sexual dirigidas sobre todo a esos adolescentes de los que hablábamos, los cuales (según el pensamiento de dichas asociaciones) tienen que ser protegidos a toda costa de esas perversas intenciones de ayuntamientos e instituciones públicas, que pretenden (por dios bendito) enseñarles cómo es el uso y disfrute de sus cuerpos y de sus mentes.

Pero sin duda, lo que da más vértigo de todo es pensar que esos susodichos adolescentes tienen ilimitado acceso a un material de incalculable calibre a través de sus teléfonos móviles, al que van a enfrentarse sin ningún tipo de conocimiento ni preparación, igual que si se montasen sobre una moto sin tener ni idea de cómo funciona, porque no vaya a ser que explicándoselo vayamos a convertirlos en unos viciosos imprudentes…