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Recordarán que hace once años, como no podía ser menos, el PP recurrió al Constitucional la ley del aborto de Zapatero, y aunque luego gobernó Rajoy a sus anchas durante casi dos legislaturas, y no la modificaron, ahí seguía el recurso. El alto tribunal hizo de su capa constitucional un sayo y ni siquiera las querellas contra varios presidentes del mismo (archivadas por el Supremo) por «retardo malicioso», les animaron a cumplir con su elevada función. Ahí estaba el viejo asunto del aborto, esperando agazapado su momento para saltarnos a la cara de improviso. Momento que al parecer ha llegado, ahora que el Constitucional tiene una mayoría muy conservadora (7 a 5), y antes de que la pierda en junio con los nuevos cambios.

El Constitucional, como la Iglesia cuyo reino no es de este mundo, tiene muchísima paciencia, y mira por dónde, según informó hace días su presidente Pedro González Trevijano, ahora le han entrado prisas de golpe. «No se puede permitir estar más tiempo sin resolver el asunto del aborto», dictaminó. «Once años es algo difícil de justificar», añadió como quien se acaba de dar cuenta del retraso malicioso. Premura maliciosa, se podría calificar esta singular figura jurídica. De pronto todo son prisas, y el diligente señor Trevijano asegura que la cosa se resolverá en unos meses. Menudo inicio de año nos espera. ¡Vuelve otra vez lo del aborto! Sí, como en EEUU, donde Trump también hizo de la suyas (jurídicamente) con los nombramientos en su Corte Suprema. ¿Y quién será el ponente que dirigirá el caso del aborto, que es el caso de nunca acabar? Efectivamente, la han adivinado, el polémico magistrado Enrique Arnaldo, que nada más llegar ya ha besado el santo. Con manoseo y morreo.

Y por si a alguien se le ocurre recusarlo, vista su notoria falta de imparcialidad al haberse pronunciado contra el aborto en artículos sobre el tema, el presidente del Constitucional ya avisa que eso no sería motivo suficiente, y que lo que importa es su independencia. Lo que disuelve las dudas que teníamos sobre si en cuestión de dictámenes constitucionales, es peor el retardo o la prisa. Es igual. Puesto que saben manejar ambas opciones con idéntica fruición; las alternan, las dosifican, las coordinan. Y ahora, mira por dónde, estamos en la premura maliciosa.