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Imposible tomarse en serio nada. Menos mal que nunca lo hago, ni lo intento. Me volvería tonto o loco. Antes del largo puente festivo, nos enteramos de que los Presupuestos Generales aprobados en el Congreso corrían serio peligro en el Senado porque ERC, uno de los apoyos del Gobierno, amenazaba con tumbarlos si el catalán, en tanto que idioma cooficial, no alcanzaba el 6 % de cuota en Netflix. ¡En Netflix! El portavoz Rufián estaba indignado por tal afrenta. Veremos qué pasa, pero de momento resulta que los PGE, los fondos europeos y hasta el propio Gobierno dependen de lo que a la norteamericana Netflix le salga de los algoritmos.

A los que les traen al pairo las leyes audiovisuales de este rincón del planeta, y probablemente todas las demás. ¿Es serio esto? No, no es serio; de hecho, forma parte, como Netflix y casi todo lo audiovisual, del poderoso sector global del entretenimiento. El verdadero gobernante digital del mundo. Privado, desde luego. Mal sitio para llevar la lucha por la independencia de Catalunya. Pero lo del Papa de Roma es peor. Resulta que este pontífice volvió a dar el espectáculo, ya en pleno puente de la Purísima y en avión, que es donde suele venirse arriba Su Santidad Bergoglio, asegurando a propósito de los crímenes pederastas de la Iglesia francesa, que «los pecados carnales no son tan graves». La psicopatía (psiniestra) de confundir crímenes con pecados es muy antigua en la Iglesia, y el Vaticano lleva milenios padeciéndola mientras imparte lecciones de moral, pero es cierto que ningún pontífice lo había expresado tan claro.

Estupefactos se debieron quedar los creyentes, que no sólo no se pueden tomar en serio esta precisión teológica del Papa, sino que están obligados a no hacerlo si no quieren apostatar. A mí no me sorprendió nada porque el Santo Padre ha dicho cosas más graves en aviones. Como cuando tras los asesinatos de Charlie Hebdo, explicó enseñando el puño que «si insultan a mi madre, yo les doy así». Y tampoco nos lo tomamos en serio, imposible. Acabaríamos confundiendo crímenes con pecadillos, y los algoritmos de Netflix con ofensas a la patria. Algo mucho más grave que los pecados de la carne.