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Imagino a mi hija Sofía, de ocho años, con la edad que tengo yo ahora. La imagino en un día de lluvia, hojeando el álbum de bodas de sus padres, Constanza y Javier. Es probable que para entonces yo ya no esté en este mundo. ¿Alguien es capaz de imaginarse cómo estarán las cosas en 2061?

Todo cambia tanto y tan rápido que se hace difícil. ¿Seguiremos viviendo bajo la amenaza de nuevos confinamientos? ¿Qué será de la casa que ahora habitamos? ¿Quién acompañará a nuestra hija? ¿Qué le quedará de nosotros, sus padres? Estas son las cosas que pienso mientras miro las fotos del día en que mis padres, Maribel y Javier, se casaron. Eran jóvenes y hermosos. Y lo siguen siendo, digan lo que digan los emporios de la belleza.

Han pasado 50 años como si nada. Medio siglo. Hace unas semanas festejamos sus bodas de oro en el restaurante Hortella d’en Cotanet. Y ahí estuvimos todos los que los queremos, familiares y amigos. Y fue un gran día, sí, señor. Un gran día.