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Cuidado con las alegrías de eliminar los aforamientos de diputados y consellers. Es un arma de doble filo, que puede acabar en manos de los que defienden una visión patrimonial y autoritaria de la democracia. El Congreso aprobará la eliminación de los aforamientos de los 59 diputados del Parlament balear y de los miembros del Govern, con la consiguiente modificación del Estatut. Es una dulzona medida que ya salió adelante en la Cámara isleña en 2018, que se explicó como un gesto hacia la ciudadanía, que en aquella coyuntura de avance de las fuerzas progresistas apostaba por la eliminación de privilegios.

Pero ya estamos a las puertas de 2022. Y en este tiempo se ha producido un avance de la extrema derecha que puede provocar un cambio de gobierno tanto a nivel autonómico como estatal. Ya no hay bipartidismo pactista. Vienen revolcones vertiginosos. La extrema derecha puede tener cogido por la corbata a un PP deshecho por los escándalos. Y la época pospandemia es campo abonado para la demagogia y el ascenso reaccionario. En vez de desnudarse con infantil buenismo, las fuerzas progresistas deberían blindarse y prepararse para resistir.

El aforamiento es un instrumento legítimo para proteger a los representantes del pueblo en un Estado donde se montan escándalos de corrupción con una facilidad pasmosa y donde hay artistas condenados por injurias a la Corona. ¿Cree la izquierda que regalar sus corazas les librará de la pérdida del poder? ¿Han pensado en las consecuencias? ¿Han perdido la memoria? Hasta 1975 pertenecer a un partido antifranquista se pagaba con cuatro años de cárcel? Los progresistas han de vacunarse ante el virus reaccionario. Por casi nada, al banquillo. Por casi nada, la oposición podría ser maniatada. Basta de hacer el pardillo.