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Las palabras como significantes son inofensivas. Es su significado el que les otorga sentido y el uso del hablante el que lo hace interesado. Y en esa función, hay colectivos, como los docentes y los periodistas, que tienen una responsabilidad ineludible, que no sólo afecta a la corrección del lenguaje, sino también al cuidado de los mensajes para despojarlos de adoctrinamiento, tendenciosidad e ideología. Así pues, los medios de comunicación deben extremar al máximo el cuidado del idioma, tanto en forma como en fondo. Pero hay mucho sentido dirigido en las páginas de periódicos. El significado cambia mucho si se utiliza un verbo u otro en la oración de un titular. No es lo mismo señalar que oponerse o denunciar, ni pedir que reivindicar o exigir. Las palabras tienen poder y los medios marcan temas y enfoques que influyen en la opinión pública con sus elecciones conceptuales.

Esta reflexión vuelve a mi cabeza después de escuchar al periodista y doctor Álex Grijelmo en su conferencia celebrada el pasado viernes en Menorca, organizada por la Asociación de Periodistas de las Islas Baleares y el diario Menorca para conmemorar el 80 aniversario de la cabecera. Con sentencias basadas en análisis y ejemplos, el autor del Libro de Estilo de El País o El Estilo del Periodista explicó los cambios léxicos en el periodismo desde la Transición, de manera que lo que en una noticia de los años 70 era un «activista» o un «preso político», o incluso un «refugiado político», después fue un «etarra» y ahora un «terrorista». Lo que antes era una «acción armada» en la que alguien «resultaba muerto» o era «ejecutado», ahora es un «atentado» donde la víctima es «asesinada». El «impuesto revolucionario» fue luego «extorsión económica» y «chantaje» de la «banda terrorista», y sus «prisioneros» pasaron a ser «secuestrados».

El ámbito terrorista se ha endurecido, pero el político y empresarial se ha suavizado e inundado de eufemismos. Los «poderes fácticos» son ahora «agentes sociales», la «revolución» fue después «cambio» y «reforma», ya no hay «lucha de clases» sino búsqueda de «igualdad social», y el «patrón» pasó a ser «empresario» y ahora «emprendedor». Las «reducciones» de plantilla fueron luego «reajustes» y ahora «ERES», una sigla que ya ni se pronuncia y queda aún más blanda que lo de «Expediente de Regulación de Empleo».

En una conversación posterior con Grijelmo coincidimos en que los periodistas no pueden eludir algunos términos empleados por el emisor, por mucho que se siga el juego al que lo emplea. Como la «casta» de Pablo Iglesias. Pero hay otros que los medios jamás deberían adoptar de la política, como el «cordón sanitario». El lenguaje es patrimonio de la humanidad y hay que mantenerlo con la misma riqueza que cuando lo recibimos en préstamo, lo que incluye corrección léxica, ortográfica y gramatical, pero sin olvidar nunca que la connotación lo puede convertir en arma. Y que, en la prensa, las palabras no se las lleva el viento.