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La incompetencia del Gobierno está haciendo mucho daño a la economía española y a los españoles. Sólo esta semana hemos asistido a un auténtico espectáculo de falta de coordinación, de nula claridad sobre cómo abordar los problemas, de ineficacia y de sostener los errores más allá de lo razonable. La obra de teatro malo que se han montado a cuenta de la reforma laboral roza la tomadura de pelo. Las idas y venidas, las broncas... tienen al mundo empresarial en un vilo. Del «vamos a derogar la reforma laboral» hemos pasado al «no se puede derogar» y de ahí al ya veremos cómo acaba la temporalidad, los convenios, las subcontratas, etc.

Parece hoy, ya veremos mañana, que va ganando Calviño o lo que es lo mismo las tesis de Bruselas, o mejor los compromisos adquiridos, que en verdad aún no conocemos en su totalidad. Yo, en todo caso, quiero ver el final de historia. La segunda tomadura de pelo la ha protagonizado el ministro Escrivá que, una vez que ya dado muestras suficientes de haber abandonado sus ideas antes de formar parte del Gobierno, no para de dar palos de ciego. Obviamente, la llegada a la jubilación de los llamados baby boomers hace que el sistema se tambalee.

Y el ministro en lugar de abordar una reforma integral asumiendo que el sistema no se tiene en pie, que la indexación de las pensiones al IPC sale por un ojo de la cara, nos lanza una subida de las cotizaciones. La propuesta cae como una bomba y se saca de la manga que al tiempo bajarán las aportaciones al desempleo. Está claro que este Gobierno no quiere asumir la realidad. Veremos el desenlace de este asunto y cómo queda en el acuerdo con Bruselas y los agentes sociales. Y la tercera pata del desastre semanal tiene que ver con el recibo de la luz. Después de dos decretos fallidos, la ministra Ribera nos anunció para esta pasada semana un nuevo decreto. Pues bien, ahora nos comunican que necesita una semana más, lo que tiene en un sinvivir al sector, a los inversores y a los consumidores.