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Lo que hay que hacer’ es una frase muy utilizada por líderes, jefes de sección, gurús financieros, articulistas madrileños y gentes acostumbradas a dar órdenes y decirle a la gente que tiene que hacer lo que hay que hacer, sin mencionar qué ni cómo. Casi nunca precisan más porque se supone que los subordinados, asalariados o ciudadanos en general ya deben saber en toda ocasión lo que hay que hacer.

Estabilizar esto o lo otro, fomentar lo de más allá, tomar las medidas adecuadas, impulsar algo, resolver lo que hay que hay que resolver, no tolerar lo intolerable, etcétera. Al líder o jefe no le hace falta especificar qué es lo que hay que hacer, ni siquiera tiene por qué saberlo (nunca lo sabe), basta con que una vez hecho lo que sea, y si el resultado es penoso, declare con gesto firme: «Había que hacerlo». ¿Y qué es lo que había que hacer? Pues lo que hay que hacer, claro está. Todo el mundo lo sabe. Difícilmente sacarás de ahí a un verdadero líder (Aznar era un gran maestro de lo que hay que hacer, y Rajoy también lo repetía mucho), a un magnate de nacimiento o a un bocazas de la prensa madrileña. Casado, como además es de los que contraatacan antes de que les ataquen, no sólo anuncia a menudo lo que hay que hacer, sino lo que habrá que hacer en el futuro de no hacerlo ya. Hay veces que lo que hay que hacer es un misterio, pero aun así, y no sólo los líderes y potentados, se da por descontado que alguien hace lo que hay que hacer, o no estaríamos todos acudiendo al trabajo cada día. En mi caso debe ser algún otro yo (el famoso otro yo, que si escribe poemas se llama el yo poético) al que no conozco de nada, pero que mientras yo estoy distraído en mis asuntos, hace lo que hay que hacer.

La compra, comidas, lavar la vajilla, sacar la basura, higiene y aseo, charlar con sus amigos. Poemas no; parece que el mío no es un yo poético. Hace lo que hay que hacer, y punto. Al menos hasta ahora. Qué pasaría si me mandase a la mierda por inútil y haragán. Un desastre. A todos nos gusta que sea otro el que haga lo que hay que hacer, aunque sea otro yo. Normal que los líderes sean tan aficionados a proclamar que hay que hacer lo que hay que hacer. Y ya.