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Hace ya algún tiempo que se están poniendo de moda los podcast a la hora de recibir información o mero entretenimiento. Para quienes no sepan de qué se trata, son grabaciones de audio sobre algún tema concreto. El fenómeno coincide con el auge imparable de Tik Tok, la red social basada en hacer el idiota ante la cámara en pequeños vídeos de unos pocos segundos. Aunque existe también contenido con cierto fundamento y hasta serio, lo más popular suele ser lo histriónico o ridículo. Los blogs, aquellas publicaciones donde se comparte contenido especializado, generalmente bien escrito, cuidado y que requiere trabajo, formación e información, están de capa caída, barridos por la inmediatez de Instagram, Twitter o Tik Tok. Nada de esto es casual, por supuesto, pues se impone tras la brillante idea de sustituir los libros en las escuelas y la tediosa tarea de aprender a escribir a mano, la inolvidable caligrafía, por tabletas, ordenadores portátiles y hasta teléfonos móviles para compartir los trabajos académicos. Temo que nuestros niños contemplen el libro cada vez más como un artilugio medieval completamente ajeno a sus necesidades y a su vida, porque habrán nacido, crecido y aprendido en ese mundillo virtual al que acceden a través de los aparatos. Ignoro cuáles serán las consecuencias, pero creo que de entrada supondrá una flagrante pérdida de inteligencia, capacidad de reflexión y espíritu de sacrificio. Lo que es demasiado rápido, fácil y simple produce indolencia y cortedad de miras. Quien se acostumbra a que le cuenten las cosas tendrá pereza de leerlas, si es que aprende a leer con discernimiento. Por desgracia, no tardaremos en comprobarlo. El futuro ya está aquí.