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Es profesor de francés y es noticia. Le quieren inhabilitar sin sueldo durante ocho meses. La razón es que pone dieces a casi todos sus alumnos. Él pone énfasis en el casi. Dice que les premia por lo que van avanzando: si un alumno avanza dos centímetros le califica con un diez. Si otro avanza cinco metros, también le pone un diez. Considera que hay que valorar el camino que hace cada uno, que los profesores tienen que motivar. Es importante que alienten, estimulen y valoren el esfuerzo mucho más allá de los resultados concretos.

Sus declaraciones me parecen casi sensatas. Es cierto que las notas no son una gran forma de calificar el trabajo o el esfuerzo de los alumnos. También me parece esencial la función motivadora del maestro, aquel que premia en vez de castigar, que ayuda en lugar de poner cortapisas, que intenta dar alas. Sin embargo, se me ocurren un par de objeciones: en primer lugar, creo que no podemos ir de héroes cuando pertenecemos a un colectivo. Si el sistema marca una forma de evaluar (las cuestionables notas), no podemos desmarcarnos por nuestra cuenta tergiversando el sentido de obtener un diez como calificación. Un diez es una matrícula de honor. Significa un gran camino para obtener la excelencia: esfuerzo, ganas, dedicación. Si nos dedicamos a regalar dieces, devaluamos esa nota. Un profesor no necesita repartir dieces para levantar el ánimo de sus alumnos. Hacerlo incluso puede llevarle a resultados contraproducentes. O bien que los alumnos dejen de considerar ( por aquello de que nos acostumbramos todo) el valor de un diez. O bien que den por sentado que sacar dieces es normal. Y eso no es algo normal, sino extraordinario.

Imaginemos que nuestro bienintencionado profesor regala muchos dieces. Los otros profesores de francés del mundo es probable que no actúen como él, con lo cual el susodicho provoca un agravio comparativo entre sus alumnos ( campeones de las matrículas de honor) y los alumnos de otros grupos, que puede que, aunque se esfuercen, nunca logren esa calificación.

El tema tiene algo de arma de doble filo. Poner dieces a todos tus alumnos es un sinsentido, casi tan absurdo como calificarles con un cero colectivo. En ambos casos, estaremos engañando al personal.