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Hace unos años, quizá tres o cuatro, sufrí un arrebato autobiográfico totalmente innecesario y les conté que se me iban las manos sobre el teclado, estaban empezando a fallar y a independizarse de mi voluntad, como si fuesen las manos de otro, tal vez fallecido, por lo que cometía media docena de errores ortográficos por línea, y a fuerza de corregir erratas, cada vez me costaba más acabar un párrafo. Creo que también les decía entonces que, como yo si pienso no escribo, y unas manos pensativas y cavilosas no pueden pulsar teclas, este desarreglo físico (o mental) tenía difícil solución a corto plazo, y no digamos a largo. Que no las tenía todas conmigo, en definitiva. Por si acaso hay alguien que se quedó con ganas de saber qué pasó, y si he resuelto el problema, y también porque mi dignidad periodística me obliga a seguir la noticia hasta el final, hoy ya puedo informarles de que no. No lo he resuelto, lo he empeorado. Y precisamente por llevar años esforzándome en ello (esto pasa mucho), y fijándome dónde pongo el dedo. Las manos fallan mucho más que antes, pero por poco. No hay nada peor que fallar por poco. He logrado que varias veces por línea las jodidas manos pulsen la tecla aproximada, es decir, la contigua, de modo que en lugar de una pe me sale una o, y en vez de una hache una jota, etc. Y a menudo cuando pretendo acentuar añado una eñe, porque sí, porque está al lado del acento. Es de risa. Ah, la cosa aproximada. Qué desastre. Jamás hay que optar por lo aproximado, se trate de una palabra, un amor o una idea; menos aún si se trata de una tecla. Es peor; un error imperdonable, que además exige esfuerzo. Por lo demás, mis pulgares oponibles, esos dedos que crearon la mente humana a través de la evolución, se niegan a pulsar la tecla del espacio, por lo que las palabras salen pegadas como si fuese alemán. A veces, el índice intenta cubrir la desidia del pulgar y ahí el lío ya es espantoso. Esfuerzos baldíos. Paso más tiempo corrigiendo que redactando y todo por querer aproximarme lo más posible al acierto. Ni se les ocurra intentarlo. En serio, si hay que cagarla, más vale cagarla por mucho; la tecla aproximada es un horror.