TW
1

A estas alturas, la única forma de pensar es siempre en términos de pérdidas y ganancias; es decir, de economía. Y no importa si se trata de moral, poesía lírica, justicia, política o cultivo de tomates, porque toda reflexión adquirirá inmediatamente el formato de balance contable, debe y haber, qué se gana y qué se pierde. Desde ese punto de vista –y no hay otro–, hasta la Biblia es un primitivo tratado de economía y La flauta mágica de Mozart es una oportunidad para inversionistas. Romeo y Julieta, por contra, un mal negocio, desaconsejado por agencias de calificación y fondos de capital riesgo, así como por todos los estudios de género.

El otro día, en un telediario informaron de los ganadores del Nobel de Economía, un galardón que no existe y se inventó el Banco de Suecia sobornando y financiando a la Fundación Nobel, porque al igual que la filosofía es ahora marketing, los hechos son lo que dice el banco. Pérdidas y ganancias. Luego salió el presidente del Gobierno anunciando una descentralización de las instituciones del Estado, de modo que algunas de poca monta salgan de Madrid y se ubiquen en provincias.

La señora Ayuso cogió un berrinche monumental. ¡Mis instituciones, mis instituciones!, clamaba. ¡Nos arrebatan las instituciones! Se nota que había realizado un rápido cálculo institucional de pérdidas y ganancias y el balance le salía negativo por lucro cesante. Fascinado por estos ejemplos de pensamiento riguroso y aceptando que mi forma de razonar hace años que está obsoleta, decidí a la hora de la siesta convertirme en contable de mí mismo.

Actualizar las pérdidas y ganancias de mi vida. Pérdidas: 666 bolígrafos, 1.220 calcetines, 1.977 libros (si soy el autor, no los cuento), ocho motocicletas, 73 objetos sentimentales, cuatro viviendas, 440 libretitas, varias novias cuyo número no citaré por ser asunto privado, una docena de amigos, 16 chaquetones, seis gorras, palabras a miles, imposible precisar, como tampoco las pérdidas en cuestión de ideas. Son demasiadas. Ganancias no se me ocurrió ninguna porque eso de la experiencia es una idiotez y no se gana nada haciéndose viejo. Bancarrota total. Una mierda de siesta, desde luego. Que piensen ellos.