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La frase de Eugen Levine «somos muertos de permiso» es actual. Al escribir mi libro del inicio del actual Régimen ahora traducido en francés À la chasse au contaminé , retraté una situación en un aeropuerto, un detalle ya naturalizado pero no banal: era el 12 de marzo y tuve un ataque de tos en un pasillo. Las reacciones de muchos era exactamente la de quien ve a un apestado moribundo molesto. Mi libro profetizó en junio 2020 que el Régimen de políticos de la ‘sociedad’ de siempre ahora con bata de ‘científicos’, lejos de cesar «cuando pase todo esto», se eternizaría, aumentando sus exigencias de total obediencia a órdenes cuyas consecuencias atribuirían al ‘virus misterioso’. Con la escena de mi ataque de alergia vi que una multitud había ‘conectado’ con una nueva ‘religión’. Un misterio excitante, virtual que une y galvaniza: una misteriosa degeneración va a exterminar a miles de millones, literalmente. Uno que tose es la viva imagen de un moribundo que debe morir como tragado por una corriente.

Se sabe que los sistemas de Franco y Stalin no fueron obra de un partido ni fascista ni comunista. Fue al entrar las masas en acción que Stalin o Franco, patanes psicópatas sin relevancia, triunfaron. Los crímenes cotidianos eran obra de la denuncia masiva, tras crear fusiones de individuos en ‘un solo cuerpo’ con un solo cerebro perfecto: el técnico líder. Stalin decretó que solo se admite a quien denuncia al mejor amigo o comunista dedicado. Franco movilizó al populacho, previo asesinato de sus superiores, para convertir en natural el linchamiento de débiles, en el trabajo o familia, más robo y asesinato de ajenos a la hidra social en movimiento.

En nuestro ambientazo, no sorprende que un doctor italiano en enero de 2021 asesinara a enfermos COVID para dejar camas libres. Al ser detenido, afirmó ejecutar lo que la sociedad repite: que sobran enfermos y en efecto quien te ve como un cadáver irresponsable por toser no se inmuta ante ese crimen. Así, mi pregunta al mundo es simple: ¿qué pasaría si cada día ingresaran 8.000 individuos por denuncia de tos y salieran misteriosamente convertidos en cadáveres de centros secretos u hospitales sin autopsia? ¿Se aplaudiría en los balcones o se extrañarían que los que llegan con simple tos empeoran y mueren en horas? Si un Estado cazara no vacunados y a quien tenga mal aspecto y tras ingresar murieran misteriosamente y debidamente etiquetados, ¿se sorprenderían exigiendo autopsias o aplaudirían porque se cumplen las profecías de su ‘creencia’?