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El mar y su poder en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Esa sensación magnífica de sumergirse en todos los azules del mundo es un regalo del verano y de la Isla. Hay personas que no pueden ir a bañarse al mar. Puede que, hace tiempo, dominasen el medio líquido. Al entrar en el agua sentían que controlaban su entorno. Estaban cómodas, relajadas, felices. Es posible que, años atrás, nadar fuese una actividad importante para su salud física y su equilibrio mental. O que se tratase de una pasión maravillosa. O que les iluminase la vida, porque algunas vidas tienen una luz especial.

Con el paso de los años, hay quien deja de ser el amo del propio cuerpo. Se dan muchos casos de reducción o dificultades de movilidad. No poder moverse con la autonomía de antaño es muy duro. Implica siempre renuncias. Esas mujeres y esos hombres que habían hecho del agua su bálsamo para luchar contra las malas corrientes del mundo se ven perdidos.

La Cruz Roja tiene un equipo de voluntariado muy bueno. ¿Cuál es el perfil del que hace voluntariado? Supongo que los caracteres empáticos y solidarios. Los que aman intensamente la vida y son capaces de hacer que los otros la amen también. Gente que deja un espacio en su agenda para los demás. Este verano, hombres y mujeres de Mallorca han podido volver al mar. Recuperarlo para sí. Algunos testimonios aseguran que llevaban años sin poder nadar. Una señora explica con lágrimas en los ojos que hace diez años que no era capaz de acercarse a la playa. Su cuerpo no le respondía. Otra llora agradecida porque hacía un lustro que no sentía el frescor del agua en la piel. Un voluntario las ha tomado de la mano y ha guiado sus pasos hacia el mar.

Gracias a la ayuda de personas desconocidas, han podido recuperar las olas. Se han adentrado en el agua, emocionados e incrédulos. Habían tenido que renunciar al olor del agua, al azul, al tacto de las olas. Han podido volver a nadar gracias a la generosidad de quienes no olvidan que la vida puede ser bella.