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Nada hay más poderoso en este mundo actual que el márketing. Ninguna otra fuerza es más grande, ni ejércitos ni desastres naturales. El márketing, de verdad, mueve montañas. Y se sirve de una masa de ciudadanos poco informados, poco formados y, sobre todo, sin opinión propia. De ahí que necesiten las voces de los tertulianos televisivos, de las vecinas, de los cuñaos , para saber qué tienen que pensar. Y no es solo la capa más ignorante de la sociedad, también la clase política, que parece mecerse al son del viento que sopla en ese instante. El viento, naturalmente, lo infla el ventilador del márketing de lo políticamente correcto.

Así que ahora nos toca a todos preocuparnos por las mujeres y los niños de Afganistán. No por las mujeres y las niñas de toda África, que son sometidas a inadmisibles ablaciones, no, porque esa canción ahora no se escucha en la tele, no mola, no procede. Ahora lo que hay que hacer es abrir de par en par nuestras puertas a las mujeres afganas y a sus niños. A los hombres se ve que tampoco. Me imagino que la inmensa mayoría de esas señoras tendrá un marido y esos niños, un padre. ¿Qué vamos a hacer con él? ¿Dejarlo en la estacada? Al mismo tiempo que los articulistas claman para que esas desdichadas encuentren una vida mejor entre nosotros, el ministro de Interior visita Mallorca de vacaciones y aprovecha para echar un ojo a la intermitente llegada de pateras que vivimos desde hace unos años. A los jóvenes que vienen en patera para buscar una vida mejor no los queremos. Son un problema. Si fueran chicas y niñas las acogeríamos con aplausos.

En fin, que el mundo es muy cruel en todos y cada uno de los países que viven bajo regímenes corruptos, dominados por la religión y con tradiciones espantosas que imponen a golpe de violencia. Hay muchos millones de personas que sobreviven así y seguramente desearían una vida mejor en un lugar seguro, desarrollado y saludable. Podríamos traerlos a todos. O, como pretendía Estados Unidos, imponer la democracia por la fuerza y a base de dilapidar millones de dólares y cientos de vidas, para nada. No creo que ninguno de esos sea el camino. El verdadero obstáculo es que nadie quiere meterse con la raíz de todos estos males. Tan arraigada y ancestral que, quizá, hasta sea más poderosa que el márketing.