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Es una constante en mis colaboraciones el llamamiento a la responsabilidad de la ciudadanía. Creo que, efectivamente, el ciudadano ha sido y es, por acción y/o por omisión, el gran cómplice de cuanto lamentamos y padecemos a diario. Él ha sido y es quien viene haciendo dejación constante del absoluto protagonismo que le corresponde (titular de la soberanía) y, en cualquier caso, quien lleva al Gobierno a una determinada clase política y no a otra. Me dan igual las motivaciones concretas de su proceder, aunque daría ocasión para varias reflexiones, y no siempre positivas.

El hecho es innegable. Y, en este orden de cosas, conviene dejar muy claro que en España nos pasa lo que nos pasa porque así lo hemos querido, buscado y propiciado los ciudadanos. Es muy frecuente, en los últimos tiempos con especial intensidad, escuchar la queja de muchos ciudadanos frente a la deriva que el Gobierno social-comunista-separatista está imponiendo.

Pues bien, hay que decir alto y muy claro que ya no cabe alegar excusas. Ahora, después de los años de Gobierno efectivo, las cartas están sobre la mesa. Se sabe en detalle el altísimo nivel de arbitrariedad con el que nos gobiernan. Si se sigue, como está ocurriendo, apoyando al ‘sanchismo’, se ha de entender que es eso lo que se quiere. Si la actuación del Gobierno persigue el control más absoluto de todas las instituciones públicas y eliminar el Estado de derecho, no le demos más vueltas: el pueblo español está propiciando su propia destrucción. ¡Tú, ciudadano de a pie, eres el responsable último de que las cosas sean así! Hazte cargo de la situación. Tú puedes cambiarla.

La clave liberadora de la susodicha realidad radica, por tanto, en que el ciudadano recupere su protagonismo, que lo tiene en muy alto grado, y se sienta responsable de decidir (él y no lo terceros, que siempre acaban por traicionarle). Esto es, se trata de limitar los poderes actuales que se otorgan a la clase política para que ésta decida por uno mismo. Mientras esto siga sucediendo, viviremos o haremos de la sociedad en que vivimos una película de ciencia ficción en que todo es controlado artificialmente. ¿Recuerdas la trilogía Matrix? Reflexiona sobre ella un poco y aprenderás que tú mismo puedes estar impulsando el ser tratado como ‘cosa’. ¿Es esto lo que, de verdad, quieres?
Me vas a permitir recordarte que es posible propiciar niveles de intervención del Estado muy diferentes a los que viene imponiendo este Gobierno. ¡No te dejes manipular y escucha! Es posible una sociedad más igualitaria y justa, en la que el protagonismo se ponga en el individuo y en el valor que éste genera, en la que se destierre la envidia del éxito ajeno y en la que se respeten las ideas de los demás así como la participación de todos en el quehacer diario. Esto es, dicho sin ambigüedades, es posible crear una sociedad liberal. ¡Tú, ciudadano de a pie, puedes! Está en tus manos.

Y quiero decírtelo con un vieja reflexión del genial Cervantes, completada con otra del ateo Jean-Paul Sartre. He aquí la propuesta: «Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo» (Don Quijote, segunda parte, capítulo LVIII, Juan de la Cuesta, Madrid 1615, pág. 219) y «No soy ni el amo ni el esclavo, Júpiter. ¡Soy mi libertad! Apenas me creaste, dejé de pertenecerte» (Sartre, J.-P., Las moscas, Losada, Buenos Aires 2008, pág. 128).

Dos reflexiones que te reconcilian contigo mismo, que evocan tu dignidad única, que aluden, por tanto, a tu gran poder y energía transformadora de la sociedad, que aman, sobre todo, la libertad personal. Basta que tú te lo creas y seas coherente. ¿Por qué apoyas opciones políticas que te instrumentalizan y te marginan? ¿No ves que estás incurriendo en una manifiesta y permanente contradicción? ¿Por qué no apoyas a opciones alternativas que suelen creer infinitamente más en el individuo, en su dignidad y en la libertad? Piénsalo.