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El gráfico de la COVID-19 es un termómetro que indica la fiebre que una persona tiene, o no tiene. Llevamos un año y medio con el tema del virus, en portada de todos los periódicos locales y nacionales. Lo mismo que el termómetro a veces sube y otras baja. Se augura que en un par de meses todo habrá terminado, pero no. Y se hace recuento de los contagios, de los hospitalizados, en las UCI; los fallecidos no sabemos exactamente cuántos fueron de entre los muchos ancianos que perecieron en residencias, cuyos ataúdes se acumularon en almacenes por falta de espacio, pues las incineradoras no daban abasto. Transcurrió tiempo hasta poder enterrarlos, sin conocer la identidad de cada uno. Terrorífico, señores.

Este bichito nos ha mantenido a raya tanto tiempo, que nos han parecido años, siglos sin ver a los amigos y familiares, acusando serias depresiones, desgana, inoperancia, aburrimiento, etc. Hemos pasado por confinamientos, solo terrazas abiertas sobre calzadas restando espacio para coches; cierre a media tarde, sin mascarilla en la calle, pero sí en interiores, abierto hasta las 13 horas… Bueno, hemos cumplido todas las reglas impuestas, y sí, disminuyeron los contagios, pero tras cada fin de semana a lo bestia, han vuelto a producirse tantos casos como antes.

Es normal que la gente no pueda aguantar más, por eso las autoridades ya habían abierto la mano, no pudiendo ahora volver a cerrar el grifo, pese a incrementarse los casos, habiéndose vacunado cerca de la mitad de población. Pero algunas personas vacunadas con las dos inyecciones, han recaído y ya hablan del tercer pinchazo. La verdad es que seguimos como los primeros días del año pasado. No únicamente aquí, en todo el mundo. Las infecciones campan a sus anchas, se imponen sus medidas, sin embargo, ninguna es mejor que otra.

Empezamos a culpar a los gobiernos por sus erróneas decisiones, creyendo que el desbarajuste sólo se producía en España, mientras otros países presumían de haberlo hecho mejor. Con el tiempo estamos viendo que en todos los lugares está ocurriendo lo mismo, luego no culpemos a nadie, ya se está haciendo todo lo posible y, desgraciadamente, seguimos sin exterminar el virus. La diversidad de opiniones añade fuego al incendio, creando mayor inseguridad y desesperación en todas partes. Nadie ha encontrado el origen, ni las causas del desastre que estamos padeciendo qué, de continuar así, acabaremos los recursos naturales y científicos.