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Parece que la pandemia no tiene fecha de caducidad. En estos meses de calor es cuando la mayoría de pueblos de Mallorca celebran sus tradicionales fiestas. Pero continuamos con un verano atípico y con unas fiestas ajustadas a las normas que la COVID-19 nos impone. Por segundo año consecutivo, la Verge del Carme no ha sido la protagonista de la pintoresca procesión marinera en el Port d’Andratx. Una vez más, no se ha escuchado, entre el rumor de las olas, la Salve Marinera con que pescadores y marineros agradecen a su Mare de Déu la protección en el mar.

El verano es sinónimo de fiestas, abundando verbenas y celebraciones en el estío mallorquín. Pero se presenta mal el horizonte entre el rebrote del virus y la escalada de contagios. El brusco cambio del momento sanitario ha truncado las ilusiones de los protagonistas del Carro Triunfal de la Beata en Valldemossa, plato fuerte de sus fiestas patronales. Algaida ha celebrado Sant Jaume, pero con los Cossiers y el Dimoni acatando las normas establecidas: no hubo interrelación entre el público y los protagonistas, desapareciendo la pillería juguetona del Dimoni entre la gente del pueblo.

Y la situación no es más halagüeña para este agosto que empieza, mes por excelencia de las verbenas del verano mallorquín. En Binissalem ya se ha tomado la decisión de suspender las próximas Festes del Vermar por segundo año consecutivo. También Felanitx se queda sin Coso ni verbenas de Sant Agustí y las calles de Sineu ya no se teñirán de rosa en la Festa del Much.

En fin, carguémonos de paciencia y confiemos en que esto desaparezca pronto del todo. Aunque ya estemos algo cansados, es lo mejor que podemos hacer.