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Debido a mi costumbre de comer fuera de casa la televisión era para mí una ventana cerrada los mediodías y primeras horas de la tarde. Ah, pero llegó la pandemia, y la obligación de cerrar los restaurantes –por razones nunca suficientemente razonadas– me forzó a cambiar de hábitos.

Así, mi primera sorpresa, y una de las pocas agradables en el ámbito televisivo, fue dar con un programa como ‘Las cosas claras’, un espacio de entretenida información a cargo de Jesús Cintora . A la cuenta, lo de que la información no se convierta en un coñazo sin aderezo alguno, no es norma de TVE, y tal circunstancia ha sido aprovechada por el nuevo presidente de RTVE, José Manuel Pérez Tornero , para poner fin al programa. En cuanto a su presentador, el citado responsable del ente no ha sido capaz de dar una explicación medianamente admisible en lo concerniente a su futuro. Es una lástima, ya que Cintora me pareció un profesional ágil en su cometido al que se ceñía sin esos histrionismos tan del gusto de otros de sus colegas. A lo que se cuenta, desde el PP y Vox le tenían ganas al programa, mientras que ERC y Unidas Podemos se han apresurado a protestar por la clausura del mismo.

Dejando de lado vanas justificaciones y esas rencillas propias de consejos de administración, lo innegable es que en el programa se daba aire al ambiente no siempre respirable de la información diaria, amén de haber sustituido con acierto los programas en rosa que se solían emitir en la misma franja horaria. ‘La cosas claras’ salía más barato que otros y, por si fuera poco, llegó a desbancar a espacios tan asentados como ‘Al rojo vivo’. Cintora y su programa resultaban incómodos y en el universo RTVE ese pecado resulta imperdonable.