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Q ue la ciencia debe mucho a la especulación es algo de sobras conocido y no procede insistir. Más nueva resulta la conversión de la ciencia en una especie de multinacional de la especulación, particularmente en lo que se refiere a asuntos como el cambio climático y el que parece su antecesor, el calentamiento global. Basta que desde algún círculo científico surja una publicación que baraje determinados pronósticos relativos a cómo irán las cosas dentro de unos pocos años, para que un montón de investigadores procedentes del campo de la física, la medicina, la meteorología o la geografía, se apunten a la cuestión y procedan a alumbrar su teoría. Me refiero en este caso concreto a un estudio publicado en la revista The Lancet Planetary Health que estima en cuatro millones las muertes anuales habidas en 16 países europeos entre 1998 y 2012 y que están relacionadas con las temperaturas y sus cambios. Ante tan suculenta carnaza se han tirado como lobos todos los que tienen vela en este entierro e incluso los que no mucha. Dicen unos que a pesar de que ahora hay más muertes producidas por el frío, con lo del cambio cascaremos más a causa del calor. Claro que todo depende del ritmo y evolución de ese cambio. Como se ve, nunca dejar de lado la agradecida especulación. Otros, por su parte, restan importancia a las temperaturas mientras se mantienen en niveles habituales, y resaltan la importancia de las olas, sean de frío, o de calor. Los hay también que se dedican a inventariar las dolencias en función de la incidencia que sobre ellas ejerce la temperatura ambiente. En suma, calor o frío, andamos jodíos, pero, eso sí, informados hasta las cachas.