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Después de más de un año aproximadamente tuve la oportunidad de realizar un viaje internacional e interactuar casi como antes con los demás viajeros, aunque aún se nos exigía usar las mascarillas en todo el viaje. No hubo nadie que se opusiera, lo cual es una señal positiva que indica, hasta cierto punto, el grado de responsabilidad que hemos ido asumiendo en todo este tiempo de pandemia. Después de pasar los respectivos controles, salir de aeropuerto y llegar a lugar de destino me quité la mascarilla, y ese fue un momento de liberación.

Los seres humanos utilizamos máscaras cuando nos sentimos inseguros, durante más de un año, hemos experimentado desconfianza e inseguridad por tal motivo seguimos utilizando mascarillas. Sin embargo, las máscaras físicas se superponen a todas las máscaras psicológicas que habíamos “diseñado”, por miedo o por lo que fuera en los años previos a la pandemia. La productividad y el esencialismo son una máscara. La duda, la desconfianza otro tipo de máscaras. A medida que nos vamos quitando las máscaras físicas, parece necesario que también nos quitemos las máscaras psicológicas. Si algo hemos aprendido en este tiempo de pandemia es que perdemos más inhibiéndonos que poniendo en evidencia nuestras fragilidades. En gran parte del planeta la pandemia seguirá haciendo estragos, sin embargo, los afortunados que vivimos en países donde las vacunas abundan pasaremos de la ausencia a la presencia, de la restricción a la liberación, del “temor” a la “confianza”, incluso hay quienes no están dispuestos a volver a la oficina cinco días a la semana; el tiempo en casa es mejor, entonces, este es momento de preguntarnos ¿qué es realmente necesario en la vida y cómo concentrarme en lo que realmente importa? Crear una forma de vida diferente, más humana, una vida sin máscaras que genere confianza, ¿cómo hacerlo? Se sabe que la desconfianza engrandece la enemistad, sofoca la fraternidad y alimenta el pensamiento conspirativo. Una revisión somera de la historia de la humanidad nos señala algunas prácticas que los líderes en sus diversos campos de trabajo utilizaron para generar confianza:

Asume la humildad como una actitud que te permite reconocer las capacidades de los otros. Confía en los demás. Cuanto más te empeñes en controlar el comportamiento de quienes están bajo tu responsabilidad, más desconfianza encontrarás. Propicia un ambiente en el que cada persona administre su tiempo y pueda cumplir su trabajo.

Sé más fraterno. Muchos de nosotros tenemos la idea de que hay que separar la vida personal de la vida profesional. Hoy en día no es tan clara esta diferencia, lo que hace que prestemos atención a las situaciones en donde muchos jóvenes muestran apertura a dialogar sobre sus sentimientos y emociones. Encontrar tiempo para charlar sobre asuntos no laborales en cualquier ámbito es gratificante, genera bienestar y permite desarrollar confianza.

No seas selectivo al escuchar. En todo grupo social hay personas que se sienten “mal vistas” y “mal escuchadas”, no confiarán en ti sino las escuchas. Dialoga y observa qué dilemas están enfrentando y qué están pensando. Resulta interesante ponerlas atención; ya no habrá resistencia a la amistad ni a la desconfianza.

“Difunde autoridad”. “Cede el poder”. Es sabido que un líder sensato “delega responsabilidad”, más aún en tiempos donde la autoridad resulta sospechosa. Dispersar el poder es ganar confianza y poder. Un poder “diseminado” resquebraja estructuras individualistas como las de ganar-perder y en su lugar se genera una incipiente fraternidad.

La desconfianza opaca las vulnerabilidades, limita tu campo de acción e impide la bondad. La confianza es un elemento fundamental que permite observar la fragilidad propia y la del otro, o como escribe M. Montaigne, "La confianza en el otro es gran testimonio de la bondad propia", conviene, por lo tanto, propiciarla, más aún, en tiempos como los nuestros.