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Las personas entradas en años nos acordamos muy bien de aquella movida estudiantil de Mayo del 68 en París; inicialmente contra profesores y políticos franceses, a quienes consideraban retrógrados y autoritarios, imponiendo una estrecha disciplina decimonónica. Duró los meses de mayo y junio con los estudiantes exigiendo libertad y organizando manifestaciones violentas que la Guardia Republicana intentó reprimir sin éxito. Se hicieron barricadas para atenuar los ataques policiales y, desde allí, apedreaba a los uniformados, arrancando adoquines de las calles parisinas. Finalmente, De Gaulle convocó elecciones y acabó la insurrección.

Cuando la estabilidad social se instaura a lo largo de unos cincuenta años, sin modificaciones sustanciales, los jóvenes se rebelan en contra de los mayores, parientes y políticos, considerándoles fuera de juego. No escuchan, ni les respetan, saltándose las convenciones de la buena educación, desarrollando una conducta inusitada, opuesta a la generación anterior, a quienes tratan de ancianos inútiles, cuando todavía no lo son.

Es cierto que las nuevas tecnologías surgidas en la última década han acelerado el desarrollo humano y técnico unidimensional, al extremo de no interesarse por el pasado reciente, ni tampoco por lo histórico; únicamente cuentan con el presente. Los jóvenes nacidos en el presente milenio no sólo son adolescentes, sino también mayores de cuarenta años, casados con hijos; son adultos universitarios que trabajan en despachos con un buen nivel de vida, y desmadrados como cualquiera. Otros no cuentan con el mismo nivel, sin embargo, consumen como los anteriores, y hacen lo que quieren, sin que nadie les reprenda por ello, mientras los padres trabajan intensamente para poderles dar estudios.

Todo está cambiando con gran celeridad: las innovaciones llegan cada día sin apenas darnos cuenta. Pasadas dos semanas los jóvenes ya poseen el producto recién salido de fábrica. Esta rapidez ayuda al rendimiento del trabajador, cansándose menos, aunque se les exprime mucho, obligándoles a funcionar al ritmo de las máquinas. Existen aparatos que no precisan ni manos ni cabeza para obtener mejor resultado en un minuto. El gran problema es que la robótica sustituirá a los humanos, incrementando el desempleo mundial. Además, los mayores ya no aprenden, y sin poder valerse, les quedarán treinta años más por delante.

No somos los puntales del mundo: vamos ganando superficialidad y perdiendo profundidad; mientras los grandes países en desarrollo se convertirán en líderes mundiales en conocimientos, economía, recursos y respeto por la naturaleza. Aquí no sabemos adónde vamos.