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Desde que la política ha sustituido las ideas y los compromisos electorales por la mercadotecnia, las maniobras de distracción han adquirido un protagonismo sustancial en la acción pública. Como tales han de entenderse los acuerdos ministeriales relativos al uso de las mascarillas y a la reducción del IVA en el precio de la luz (las próximas facturas mostrarán en qué queda en realidad) adoptados cuarenta y ocho horas después de indultar a los independentistas condenados por el Supremo por sedición y malversación de dinero público.

El despliegue propagandístico desarrollado para atenuar los efectos de la medida de gracia y el toque a rebato de Pedro Sánchez, respondido en primer tiempo de saludo por Francina Armengol en declaraciones a la Cadena Ser – el PSOE es una formación muy unida en torno a las decisiones del Gobierno y hay «un apoyo muy fuerte» a los indultos por el ‘procés'–, permiten hacerse una idea de la zozobra del Gobierno en relación a sus propias afirmaciones de concordia, nuevo proyecto de país, diálogo y toda la parafernalia acostumbrada, que no ocultan el objetivo único de poder seguir contando con los votos de los independentistas catalanes, y también de los vascos, para mantener el poder. La salida de la cárcel de los delincuentes condenados puede haber soliviantado a todos aquellos ciudadanos que no coinciden con el voto de menos de dos millones de electores catalanes, pero es evidente que no ha supuesto tensión alguna en las diversas coaliciones de gobierno.

Francina Armengol, pendiente siempre de las instrucciones del jefe Sánchez, modula la intensidad de su nacionalismo más o menos light en función de las circunstancias de cada momento, con toques de un neocañellismo, de izquierdas por supuesto, que pretende consolidar sus redes clientelares. Sin embargo, ahora mismo, la presidenta debe estar más preocupada por evitar el fracaso de las ayudas a empresas y autónomos, 855 millones de euros objeto de un auténtico derroche publicitario, a causa de las exigencias burocráticas para acceder a las mismas. El tejido empresarial insular no toleraría que tanto dinero se fuera a quedar en otra operación de despiste.

Podemos y Més parecen empeñados en poder intercambiarse, para mayor regocijo de Armengol por la confusión a su izquierda. Aunque los ‘morados' muestran síntomas de agotamiento desde el momento que la candidata a la secretaría general de la organización en Baleares se fija como objetivo «recuperar la ilusión», un zurriagazo en toda regla a los Yllanes, Jarabos y los cuarenta altos cargos que fueron a la reunión nacional del partido. Los indultos han llevado a Podemos a demandar una petición de perdón nada menos que del Estado a los independentistas por haberles mantenido en la cárcel, ante lo que resulta inevitable preguntarse qué apego al poder ha de tener un exjuez como el vicepresidente del Govern balear para dar por bueno tal desdén a la Justicia y a sus decisiones.

Y Més. Sin duda a causa del deslumbramiento del espejo catalán en el que permanentemente se mira, ha descubierto la ciencia de trazar mapas (cartografía) y concluye que el partido es la vanguardia de la república mallorquina, desplazando obviamente al PSOE del liderazgo de la izquierda. Pura alucinación. O simple distracción.