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La pandemia ha azuzado el instinto de los gobiernos para inventar futuros idílicos como instrumento para eludir los problemas presentes. Pedro Sánchez ha intentado que nos fijemos en el año 2050 y la presidenta del Consell de Mallorca nos pretende trasladar a la Mallorca Circular Next Generation, un porvenir diseñado con los 800 millones de euros que, según Catalina Cladera, corresponden a la institución insular de unos fondos europeos pendientes de rebatiña. El humo generado por los fastos sanchistas del 2050 y la más modesta escenografía de Cladera se ha disipado con idéntica rapidez.

Los compromisos de modernidades y transformaciones digitales varias hacia el objetivo de unas administraciones más ágiles, eficaces y, no puede faltar, sostenibles, chocan con la realidad de un gigante burocrático que tiene en el Consell de Mallorca y en el Govern sus fundamentos más sólidos. Las operaciones de imagen pretenden ocultar un debate de fondo sobre la estructura política y administrativa de Baleares que ningún partido, ni a izquierda ni a derecha, ha querido afrontar. Debate del que no participan los consells de Menorca, de Eivissa y también el de Formentera aunque su creación, más allá de seguir siendo la Administración municipal, solo haya servido para incrementar la cuantía de la nómina mensual. En esos casos desempeñan el papel de gobierno de la isla reconocido como tal por los ciudadanos.

En Mallorca, sin embargo, el Consell, heredero de las obligaciones municipales de la antigua Diputación Provincial, es, hoy, un eslabón de la arquitectura autonómica como resultado de las conveniencias partidistas de un momento determinado. Cuando el PSOE renunció a ser la alternativa en solitario al PP y optó por la vía de pactar con quien fuera con tal de tocar poder se encontró con la ambición de la Unió Mallorquina de María Antonia Munar de contar con un gobierno propio paralelo y en competencia con el Govern de Baleares. Al final, un auténtico filón para todos los partidos en materia de despachos a ocupar y presupuesto a repartir. Desde la perspectiva de la permanente contienda política, el Consell de Mallorca ha sido ariete contra el Govern cuando de partidos gobernantes distintos se ha tratado o mero altavoz del mismo Govern en el caso de coincidencia. La mayor presencia pública de Catalina Cladera sin que aparentemente provoque reacciones de celos y despecho por parte de Francina Armengol puede deberse a que la jefa socialista esté preparando su relevo en la candidatura del PSOE, por si el paso del tiempo confirmara que vienen maldadas y la presunta lluvia de millones a repartir no invirtiera la tendencia.

La reelaboración en clave insular del Estatut de les Illes Balears mediante sucesivas reformas ha provocado el crecimiento orgánico y competencial del Consell de Mallorca sin la contrapartida de una mengua de las estructuras del Govern, dando lugar a las tan criticadas duplicidades, sinónimo en último término de un mayor gasto público. ¡Será por dinero! La lógica de a pie lleva a preguntarse si algunos departamentos específicos del Govern no bastarían para ocuparse de los asuntos de Mallorca o, en sentido contrario, reducir el Govern a la coordinación de los consells y dedicarse el de Mallorca a gobernar de verdad la isla.