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Empiezo a pensar que esta democracia de partidos tiende, como otros sistemas políticos, a la anulación de libertades y al control o manipulación de la sociedad. Y ya no es una cuestión de medidas COVID, que seguramente caducarán en breve, sino de todas aquellas normas que están afectando incluso a las cuestiones más cotidianas como poner una lavadora. En breve los grandes enemigos de la convivencia ya no serán los turistas en viviendas vacacionales sino las lavadoras que tendremos que poner de madrugada. También, para ahorrar, habrá que modificar las horas de comida transitando a horarios más tardíos y que, por lo visto, resultan insanos. El sistema, por lo tanto, busca su interés y olvida su objetivo principal: la protección y bienestar de los ciudadanos.

Puede que me tilden de fantasioso pero creo que los poderes públicos nos ocultan más información de la que deberían y que la conspiración siempre está en el mismo lado. Por ello a veces aparecen esas voces negacionistas y que se revelan por desconfianza porque no sabría encontrar otro motivo para no querer vacunarse. Semana en la que me toca y gustosamente lo haré igual que nuestra presidenta que a pesar de sus errores o dudas ha tenido el gesto de ir a hacerlo cuando le ha correspondido por franja de edad.

El tuit y las fotos forman parte de ese circo político que ahora ensalza a Marga Prohens como nueva salvadora de estas Islas. Y creo que así será porque la sociedad está cansada y la política, en una cierta demostración de comodidad, se estabiliza en ciclos. Representantes que con sus caprichos y medidas convierten al poder judicial en un poder contrapuesto y vigilante aunque no podamos olvidar los puentes e influencias que esta democracia debilitada ha tendido entre ellos. ARCA acaba de ganar un pulso a la politización del patrimonio y, sin duda, recibe un espaldarazo que resulta anecdótico ante una realidad donde, a diario, se destruye patrimonio e historia en estas Islas. No podemos poner el pasado al servicio de unas urnas o del interés y chiringuitos de unos pocos.

No conviene manipular conciencias de una manera burda y dirigida como ha ocurrido con la nomenclatura del callejero. Deberíamos movernos por otro tipo de ideales si queremos subsistir y no olvidemos que el revés económico no es la peor de las amenazas que puede sufrir esta sociedad (que ha superado coyunturas realmente catastróficas). El sistema debería impulsar lo mejor de nosotros y los políticos deberían propiciar una sociedad que fuera palanca de sus medidas. De lo contrario nos situamos ante esta crispación que vivimos y que estoy convencido, por el bien de todos, que es transitoria. Poco habremos aprendido de una etapa dura en la que ha quedado claro que muchos políticos viven en una burbuja alejada de la realidad. El cinismo y la desfachatez no son los ingredientes fundamentales de una política sana, quienes la ejercen deberían, a menudo, respetar los recetarios.