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Las conspiraciones son inherentes a los partidos políticos de forma que las decisiones trascendentes se toman en los despachos a puerta cerrada y al margen de la militancia. En el Partido Popular, de siempre muy dado a las maquinaciones, la última maniobra termina con el paso por la política de su presidente, Gabriel Company. El ‘ayusismo’ rampante ha significado el empujón definitivo.

Después de que las enloquecidas políticas de José Ramón Bauzá precipitaran al PP al abismo, Company le ganó con holgura la presidencia regional. La misma noche del congreso detallaba su pauta: moderación, centralidad, sensatez, humildad y trabajo; con el propósito prioritario de «recuperar la unidad del partido», maltrecho después de una campaña en la que los seguidores de Bauzá habían desplegado un amplio abanico de malas artes electorales. En el propio partido en ningún momento no se lo han puesto nada fácil.
A raíz de las elecciones de 2019, Company tuvo que emplearse a fondo para revertir la decisión de su dirección nacional de colocar a Maria Salom como candidata al congreso en las generales y desplazarla al Senado. Desde que en 1991 fuera concejal en Inca Maria Salom no se ha bajado de la política y se maneja más que bien en las bambalinas de Génova, 13. Marga Prohens daba el salto a Madrid, donde, mimada por Pablo Casado, ha tenido ocasiones de lucimiento por ser la cara opositora de la ministra Irene Montero; ahora se anuncia como la próxima presidenta del partido y competidora con Armengol por la presidencia de Baleares, a pesar del hándicap de no tener escaño en el Parlament. El precedente de quien fuera ministro de Medio Ambiente de poco vale por la diferencia insalvable entre ser diputada de la oposición en el Congreso o tener plaza en el Gobierno de España.

Durante la campaña autonómica de hace dos años, Company aguantó las presiones de hoteleros de renombre para que incluyera en su lista a Jaime Martínez, otro de los protagonistas de los acontecimientos en curso. Martínez, crecido políticamente a la sombra de Carlos Delgado, ha formado parte del núcleo duro de los críticos con Biel Company, con mayor dedicación desde que no consiguió ser diputado autonómico. Tras la derrota electoral, Company no ocultaba su intención de abandonar la política. Casado lo impidió. Hasta ahora mismo con un partido estabilizado y un renovado optimismo después de las elecciones de Madrid.

El punto de inflexión parece producirse cuando Jaime Martínez se postula como presidente de la organización en Palma y se gana la perspectiva de ser candidato a la Alcaldía. En distintos medios populares se llegó a afirmar que la deslealtad tenía premio, tal como se había desenvuelto Martínez en relación con la dirección del partido. Ocurría en marzo: quizá Company ya había decidido su retirada, había indicios suficientes de pacto de despacho para sustituirlo –la pareja sentimental de Marga Prohens es el secretario general nombrado por Martínez–, o bien era un último intento de pacificar el PP.
A diferencia de lo que es habitual en la política balear, Company no precisa de cargo alguno para vivir. Le sobran capacidades y recursos en la empresa privada. Al inicio de su andadura diferenciaba entre ser y estar en política e insistía en que él solo estaba. Y de paso.