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La administración, los políticos y el derecho tienen por delante una etapa muy complicada caracterizada por el cansancio social y la necesidad de retomar una economía productiva frente a la actual de subsidios. Por desgracia muchas actividades necesitan una estabilidad que actualmente no se puede diseñar ni garantizar y seguimos dependiendo de la vacunación y de otros recursos que no están en manos de las autoridades locales o autonómicas. Los ajustes del toque de queda parecen inevitables, el levantamiento de prohibiciones a la restauración sigue su camino y el relajamiento de medidas y restricciones tiene que acompasar el sentido común con las prescripciones sanitarias.

El uso de mascarilla en exteriores ya no debería ser obligatorio. La falta de coherencia y credibilidad de muchas restricciones es difícilmente comprensible tras tantos meses de sacrificio. Conocerán gente que habrá incumplido las normas y sigue imparable un movimiento negacionista que pone en peligro la inmunidad de grupo que necesitamos. La gestión de esta situación tiene la magia de conectar la tranquilidad personal con la recuperación económica. Todos somos actores y destinatarios de las decisiones que se fijen en los próximos meses. Unas directrices en las que los intereses partidistas y el rédito político van a tener un peso importante. Una vez que se supere el riesgo sanitario serán los aciertos económicos los que permitirán erradicar tantas situaciones de precariedad y miseria.

La sociedad es el arte del equilibrio que solo puede conseguirse a partir de unos principios integradores. El esfuerzo debe ser de todos para que el éxito sea amplio y llegue a todos los estratos sociales. Me preocupa que el afán recaudatorio pueda también minar la economía de tantas familias que no han solicitado ayuda alguna y que han cumplido diligentemente con todos los impuestos que han debido afrontar. Ellos también merecen ser premiados y creo que la revisión fiscal no puede ser exclusivamente para aumentar la carga impositiva sino para replantear un sistema de incentivos fiscales vinculados a cualquier esfuerzo que pueda revertir en lo público. Un claro ejemplo son todas aquellas familias que siguen pagando un seguro médico privado y que permitirá descargar de trabajo y compromisos a la sanidad pública. El rearme de sectores públicos estratégicos como la sanidad, la educación o la universidad no solo se basan en el dinero sino también en la flexibilización de los procedimientos y mecanismos de actuación. Es hora de aplicar la creatividad en todo aquello que permita aligerar nuestras existencias; toca repensar la administración pública para que sirva mejor a la ciudadanía. Es imprescindible edificar nuevos puentes que permitan llegar a una orilla que no pensábamos abandonar. Volverá la calma, pero siempre tendremos obligaciones.