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Los periódicos serios de aquí colocaron ayer la barrida de Madrid en primera página, pero ni mucho menos como noticia principal. Lo periodísticamente justo y necesario para las elecciones en una autonomía, aunque sea la central nacionalista, aunque pareciera una final de Champions, qué digo, galáctica, por esa infame campaña de tensión, violencia y estupideces. Las portadas de nuestros diarios más leídos destacaban el paisaje de la pandemia y sus efectos económicos, políticos y jurídicos para después de un estado de alarma. Lo que interesa. Con la manipulación de la pandemia sigue Casado intentado derribar a Sánchez y con el mangoneo de la pandemia consigue Díaz Ayuso arrinconar al socialismo madrileño y facilitar el plan de fuga de Pablo Iglesias , aquél profesor que se creyó golondrina, se echó a volar y quiso asaltar los cielos a velocidad supersónica. Se va de víctima y deja menos simpatías que votos consigue, a juzgar por lo que se escuchaba ayer a la hora del cortado. Lo bueno es que acaba la tensión por el resultado en una semifinal que la derecha ha convertido en el ombligo hispano con la diana puesta en la final de las generales y el desguace de líderes enemigos. Tan primitivos, se han creído más en cacería de alimañas que en pugna civilizada. En fin, que ha ganado el bloque que no ha aprendido a ganar, que plantea la victoria como desafío y amenaza. Se confirma que si Díaz Ayuso, con ese discurso, con ese estilo, con ese fondo, ha arrasado, la política está de capa caída como dicen las encuestas. Y sin confirmar, los madrileños serán los primeros perdedores.