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Antes de que aparecieran las vacunas, la pandemia fue una tragedia de enormes proporciones. Pero, sería mucho peor si nos negáramos a afrontar los hechos incómodos que han quedado al descubierto: las verdades desagradables sobre las injusticias y desigualdades globales, así como los grandes desequilibrios que existen dentro de los mismos países del primer mundo. Tenemos el reto de ver la salud mundial como un bien común universal, no un beneficio que pueda cultivarse para unos pocos privilegiados.

India se desangra todas las noches delante de nuestras pantallas en las noticias, las imágenes de sus habitantes muriendo en los pasillos de los hospitales, o ambulatorios improvisados en furgonetas, son aterradoras. El oxígeno es el bien más preciado porqué es especialmente escaso. Las cifras actuales de casos han superado con creces la primera ola del país. Desde el 17 de abril, la India ha notificado más de 200.000 nuevos casos cada día, y las cifras siguen aumentando mientras el país se está quedando sin vacunas para su población, a pesar de ser un gran fabricante.

Los países de África también se están quedando sin suministros de vacunas anti COVID, y existe preocupación por la disponibilidad de nuevas dosis, según la Organización Mundial de la Salud. Menos del 1% de la población del África subsahariana ha sido vacunada a día de hoy. La iniciativa Covax, respaldada por las Naciones Unidas, ha entregado hasta ahora 18 millones de dosis de vacunas a 41 países africanos. Ruanda, Senegal, Ghana, Togo, Túnez, y Botswana ya han agotado esos suministros iniciales. La paradoja es que la mayoría de los suministros de Covax a países africanos venían de la India, pero el gobierno de Delhi ha restringido las exportaciones ante su propia crisis creciente.

Grandes economistas han calculado que el coste para los países del G7 de hacer que las vacunas estén disponibles universalmente sería una fracción minúscula de los billones ya destinados a la recuperación económica posterior a la pandemia, pero no solo eso, sino que los beneficios que se obtendrían por tener todo el mundo vacunado, rondarían unos 466.000 millones de dólares para las economías del G7 en los próximos cuatro años. Por el contrario, la falta de respuesta adecuada llevaría a las economías vulnerables al caos, lo que conduciría a la inestabilidad mundial a medida que los Estados se enfrentan al fracaso. Por descontado, no acabar con el virus en los países desfavorecidos mantendría la amenaza de infección por un tiempo ilimitado.

En los últimos días, los países han empezado a ofrecer oxígeno, ventiladores, kits de pruebas y medicamentos a la India. Pero eso no resuelve preguntas más difíciles sobre el apalancamiento de vacunas, materias primas y, lo más importante para acabar con esta injusticia, liberar los derechos de las patentes. Nadie estará a salvo hasta que todo el mundo esté vacunado.