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No es mucha mi fe en los politólogos, porque encuentro natural que sus augurios se hallen mediatizados por algo, ya sean propias convicciones, entidad del país cuyo comportamiento sociopolítico están analizando, incluso medio o fin al que se dirigen los mismos. Todo ello sin ánimo de menospreciar su labor. Simplemente, me intereso poco por ella. Pero ocasionalmente uno puede dar con alguien que estudia los factores individuales e institucionales que afectan a las decisiones tomadas antes de las urnas y lo hace echándole valor y audacia al asunto.

Es el caso de André Blais , catedrático de la Universidad de Montreal y responsable de la investigación en estudios electorales. Con muchas publicaciones a cuestas, Blais destaca factores, algunos ya reseñados y otros de más reciente aparición, como el descenso generalizado durante las últimas décadas de la participación en muchos países, la fragmentación del voto, la caída de la tradición partidista, el desencanto hacia los políticos que conduce a la abstención, etc. Blais reconoce un notable conservadurismo a la hora de la elección de los representantes, que se podría evitar introduciendo la elección por sorteo. En el fondo nada nuevo, aunque sí olvidado, puesto que hay que recordar que la elección por sorteo se dio en la época ateniense. Balis propone que lo del sorteo se lleve a cabo en pequeñas dosis, como prueba. ¿Delirio surrealista? No, sencillamente, un intento por desatascar un sistema que funciona cada vez peor. La aparición de nuevos políticos como estímulo. «Vivimos por azar», lo han dicho desde Séneca a Montaigne. ¿Por probar?