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Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar». Esto escribió Kafka en su diario el día en el que empezó la Primera Guerra Mundial. Si una guerra no era importante, imagínese una moción de censura en una comunidad autónoma. «Hoy Ayuso ha convocado elecciones. Por la tarde vi Netflix», escribiré yo en mi diario.

Francamente, ¿Qué importancia tiene la política? No me refiero a la política como vida en común, gestión de los problemas y demás. Eso tiene más que ver con la biología que con la política. Lo que quiero decir es que qué importancia tiene la política actual. Todo va solo. Los políticos son más o menos irrelevantes. Son captadores de votos mediante la comunicación. Ya está.

Un diputado de Ciudadanos del parlamento andaluz (¿para qué existe eso?) de nombre Fran Carrillo se ha hecho famoso por decir, con el patetismo impostado que tanto caracteriza a Cs, «Estoy hasta los cojones de todos nosotros» ¿Acaso se puede decir algo que implique un mayor error de diagnóstico? ¿Se puede ser más soberbio? Es tal la irrelevancia e intrascendencia de los políticos que no vale la pena ni hacer la revolución. O lo que es lo mismo: si hoy hiciéramos la revolución ¿Qué cambiaría?

Es más importante que no se caiga Internet y que los subsidios (que aumentarán) lleguen puntualmente a sus destinatarios. Lo demás son anécdotas del oficio del político, que también tiene que vivir. Y del periodista, claro, que de algo tiene que hablar. Y es que dado el estado actual de cosas, no habría diferencia entre votar a los políticos o escogerlos a los dados entre sujetos mínimamente competentes. Es decir, sujetos que se encarguen de que cuadren las cuentas. Y cada diez años nos echamos otros dados y que salga un nuevo presidente.