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Aunque el nacimiento del robot ya fue comentado aquí hace un tiempo no está de más volver ahora a referinos a dicho ingenio, tanto porque se cumple un siglo de la aparición del término, como por aquello de que, siempre según los expertos, el robot, más o menos maquillado, tiene futuro. Lo resumo. En 1921, el checo Karel Capec estrena la obra teatral R. U. R. («Robots universales Rossum»), introduciendo la variación del término roboti , que en checo significa siervo o trabajador forzoso. Lo curioso del asunto consiste en que, a pesar del siniestro desarrollo de la acción en la citada obra, ya que los robots, construídos para ser esclavos, acaban sublevándose y acabando con los humanos, la imagen del robot fue acogida con un desconcertante entusiasmo popular e industrial. Así, en las décadas 20 y 30 del siglo pasado llegamos a encontrar robots ideados para gobernar barcos o pilotar aeroplanos. Y es que, se diga lo que se diga, los seres humanos tendemos de forma natural hacia la molicie y, en consecuencia, la idea de que se nos aligere de nuestras obligaciones y nos permita una vida más cómoda siempre nos ha resultado irremisiblemente atractiva. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la aparición en escena del robot –nunca mejor empleada la expresión– se produce próxima al fin de la I Guerra Mundial, cuando la tecnología, pese a su probada capacidad de destrucción, comenzaba a ser idolatrada. Bien, y en estos momentos en los que se anuncian tantísimos cambios(?), el robot está en candelero. Se habla incluso de la «robótica cognitiva», entremezclada al efecto con la inteligencia artificial. Qué quieren que les diga, si muchas veces los vulgares humanos son de temer, qué decir de humanoides técnicamente desarrollados.