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Cada primero de noviembre, Isabel visita el cementerio de Palma y se sienta en el nicho de la familia Picornell-Bueno. Allí hay dos tumbas de sus antepasados, Maria Picornell y Alfonso Bueno, una madre y su hijo que murieron durante la Guerra Civil en un bombardeo. Isabel siempre espera varias horas para conocer a alguien de la familia Bueno. Quiere encontrar sus raíces porque, a pesar de su apellido –Picornell–, ella nació en Filipinas y reside en el Reino Unido. Ha venido a la Isla varios noviembres, pero no ha habido suerte.

En 2018 publiqué un artículo sobre el bombardeo de Palma del 31 de mayo de 1937 e Isabel contactó conmigo. Gracias a ella y sus pesquisas, hemos podido conocer más sobre aquel suceso. Maria Picornell era una palmesana hija de barbero que se casó con Antonio Bueno, un inspector de tranvía con quien tuvo seis hijos. Durante la guerra vivían en la céntrica plaza del Pes de la Palla y allí sufrieron uno de los mayores ataques que sufrió la ciudad. Aquella madrugada, tres bimotores despegaron de la Catalunya republicana para atacar Palma. Sólo uno se atrevería a soltar su carga y mató a diez civiles inocentes. Dos fueron María y su hijo Alfonso, de 15 años. También murieron sus vecinas Antonia , Magdalena y Mercedes , tres hermanas que fueron alcanzadas cuando corrían al refugio. La pequeña tenía sólo 7 años. Justo al lado, en la iglesia del Temple, murió otra niña de 11 años. El avión sería después derribado por un caza italiano en Andratx y uno sus pilotos, el checo Jan Ferak , sobreviviría y sería encerrado en Bellver.

Apenas sabíamos nada más de aquella madre y su hijo. El periódico La Almudaina publicó que María tenía entonces 41 años pero el archivo diocesano dice que tenía 67. Nadie se ha molestado en investigarlo y el Ayuntamiento ha votado en contra de ponerles una placa.

El otro día se abrió un halo de esperanza. Un miembro de la familia Bueno contactó conmigo: «La padrina de mon pare era Maria Picornell Mayol». La historia que se ha contado entre generaciones es que su hijo «Alfonsito» era un enamorado del motor y cuando sonaron las sirenas se quedó en medio de la plaza para contemplar el enorme avión que se acercaba. Su madre fue a agarrarlo cuando les cayó la bomba. Otro de sus hijos fue quien encontró los cadáveres. Tenía también una hija que estaba encerrada en la prisión de Can Sales por sus ideas de izquierdas.

Ahora, 84 años después, Isabel Picornell y la familia Bueno están en contacto vía correo electrónico y pronto se encontrarán en Mallorca. La memoria se abre camino.