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La caída del mayorista de paquetes turísticos Thomas Cook ha dejado en la calle a sus trabajadores, unos 700 y pico en Baleares, y sin pagar las facturas debidas a los hoteles que se nutrían de él, aunque muy pocos son los que en exclusiva lo hacían: seis o siete sobre los casi 3.000 alojamientos turísticos que hay en la región. Luego están los proveedores de éstos que se da por hecho que no cobrarán, lo cual es una presunción como poco muy llamativa porque sólo si las empresas propietarias de esos hoteles se declararan en concurso de acreedores o cerrasen podría ser que implicara alguna quita que supusiera que en efecto dejaran de cobrar tal parte o, en su caso, esperar a la liquidación de la empresa quebrada. Si no, si un proveedor deja de cobrar puede y debe reclamar en los juzgados y cobrará, más pronto o más tarde. Y a todo esto dando por hecho, que es mucho dar, que puedan entrar en concurso o cerrar unas empresas que en los últimos 10 años han tenido unos beneficios estratosféricos. 

Osea: al margen de los perjuicios objetivos para la mano de obra isleña de Cook, todas o, al menos, la mayor parte del resto de las estimaciones del impacto económico en nuestra región de la quiebra no tienen fundamento documentado, son puras elucubraciones. 

Sin embargo nos encontramos con que el sector PSOE del Gobierno regional ha impulsado una interpretación catastrofista del cierre de Cook. Casi como si estuviéramos ante la llegada del Armagedón turístico para Baleares. Ni por asomo estamos ante algo así. De hecho, tanto algunos grandes hoteleros – mismamente, Fluxà, de Iberostar – como altos representantes de la patronal – Carmen Planas, la presidenta del CAEB– han matizado, en declaraciones públicas y privadas, las suposiciones de hecatombe con las que juega de forma implícita el Ejecutivo socialista. Con sentido común estas voces han situado la crisis en su justa medida: se trata de una sola empresa que por importante que sea no va a arrastrar a muchas otras, como máximo a un número anecdótico con consecuencias que sin duda serían graves para cada una de ellas y dramáticas para los trabajadores respectivos pero que no pasarían de ser un accidente aislado en el conjunto del sector turístico y de la economía balear, cuyas proyecciones negativas esta última va a absorber en poco tiempo. "Un año como mucho", me decía una alta representante de la gran patronal en conversación informal. 

Así, pues, ¿a qué viene la reacción desmesurada del Gobierno de Armengol? Es el resultado del cálculo político partidista. El inicio de legislatura ha resultado ser muy diferente a cómo imaginó el PSIB que sería. Tras las elecciones de mayo domesticó enseguida a Podemos, Més per Mallorca se le rindió y los dos pequeños díscolos de izquierdas – Més per Menorca y Gent per Formentera- son tan poca cosa que no inquietan en absoluto a los socialistas. Por otro lado, la oposición estaba deprimida en su parte democrática y lo que haga y diga la fascista da lo mismo al ser su activismo claramente antisistema. En resumen, a Armengol se le abría ante sí un plácido panorama. Se las prometía felices porque todo indicaba – y así todos lo suponíamos – que al menos en par de años no existiría nubarrón alguno en su horizonte. Pero Pedro Sánchez se lo estropeó todo. El madrileño desdeñó a los socios nacionales que aquí tiene Armengol – Podemos y los independentistas – y se empeñó en la aventura de la repetición electoral, algo que ha irritado sobremanera en el Consulado del Mar, donde ven al presidente pactando con Ciudanos tras el 10 de noviembre, lo que les aterroriza. Más grave todavía es queel Gobierno nacional no haya dicho ni pío del Régimen Especial – aprobado en febrero y del que no se tiene noticia pues no se ha puesto en valor práctico en nada-,que el trato que dispensa a los gobiernos regionales -incluidos los socialistas como el de Armengol – es extraño pues los fusila a recursos ante el Constitucional, que no se sabe nada de la reforma del sistema de financiación autonómica, que les chulea con los dineros a cuenta de la financiación regular… con el resultado doméstico de que en la práctica Sánchez se ha convertido en el principal problema para Armengol, lo que se traduce en que, por ejemplo, el presidente ha resucitado a Biel Company. En efecto, el líder conservador, que el 27 de mayo confesó su depresión a los más próximos y que tenía decidido retirarse de la política, ahora está, gracias a Sánchez, más vivo de lo que ha estado nunca, pletórico en su oposición descarnada a la presidenta, hasta el punto que incluso sus críticos internos están desolados porque ven que se aleja por momentos la opción de descabalgarlo de la presidencia del PP balear.

Ante este inicio tan malo de legislatura a Armengol se le ha aparecido Cook y a él se ha encomendado. Al impostar con tanta intensidad las consecuencias de la quiebra lo que hace es fijar en la retina ciudadana la posibilidad de una hecatombe turística que amenazaría la economía regional y, una vez instalada tal percepción, ella, nuestra dilecta y amada líder nos salva del horroroso infierno gracias a su brillante gestión sin parangón.

Hay que reconocerlo, ha sido una operación política inteligente y que, a juzgar por la atención recibida, le ha salido bien. Y le da igual que choque, contradiga y desdiga la teórica aspiración de su gobierno de alcanzar un nuevo modelo turístico. En realidad nunca se ha creído ni una palabra de las que al respecto dice. Por tanto, con el mismo desparpajo cínico que aprueba, por ejemplo, el Impuesto de Turismo Sostenible deja acto seguido sin sostener para los ciudadanos el dinero recaudado a ese efecto por los hoteles afectados por la caída de Cook y, para más escarnio, les regala el mismo importe extraído de la caja pública, en una operación que los ecologistas ya han calificado de “vergonzosa”, con toda la razón. Lo cual a ella le patina. Igual que pasa con las críticas de su socio de Ejecutivo, Més per Mallorca, porque bien sabe ella que de ninguna manera va a renunciar a sus cargos. Y respecto a Podemos más tranquila está todavía, porque los morados isleños ya son una mera sucursal del PSOE; por cierto: qué lejos quedan aquellos tiempos en que Alberto Jarabo decía que “se acabó que aquí manden los hoteleros”.

En fin, que Sánchez es el principal problema de Armengol pero Cook bien puede haber sidoel antídoto para ese mal que afecta a nuestra nunca suficientemente bien amada líder.