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El espectáculo del sistema judicial español no cesa. Dado que no le bastaba con los ridículos que está cosechando por Europa por sus decisiones y / o peticiones a tribunales de otros países y con la defensa cerrada al máximo nivel de los beneficios bancarios, ahora no rechista ante la ayuda que recibe por parte de los principales partidos del régimen para avergonzar a cualquier ciudadano– mediante la designación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGP J) - que desee la existencia de una justicia que no sólo sea independiente sino que, también, lo parezca.

La decrepitud del sistema judicial no es ajenaa la de todo el Estado. No obstante, por su importancia y trascendencia tiene una especial gravedad.

España tiene un déficit legal y judicial importante en relación a los países cercanos. Legal por la existencia de normas – la ley de Amnistía, las tipificaciones de delitos contra la ultra protección a la creencia católica, a la jefatura del Estado, los supuestos que persiguen con gravedad delitos de opinión relacionados con el terrorismo … - que gravan al disidente con tanto ahínco vengativo y voluntad ejemplarizante que no tienen parangón en otras democracias, y que por ello nos convierte en originales de forma harto incómoda para cualquier demócrata. Y tenemos asimismo un déficit judicial que se evidencia por el ridículo que ha hecho el Tribunal Supremo en los últimos meses en Alemania, Escocia y Bélgica, sin que nadie haya asumido la vergüenza y dimitido, y que sólo es el primer paso hacia la segura desautorización brutal que recibirá la justicia española en su conjunto –mucho peor que la recibida por lo del infame Arnaldo Otegui, que no es poca - cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentencie que si bien España es un Estado de Derecho algo tiene de torcido también; y al respecto la decisión de este tribunal por el caso Valtonyc sólo va a ser la primera de las que llegarán a medida que discierna sobre la delirante persecución de los líderes separatistas catalanes a base de un retorcimiento de la ley que provoca un daño infinito a la credibilidad de nuestra democracia.

En fin, que el espectáculo último, lo del CGPJ, no es más que un nuevo ejemplo de la triste situación del sistema judicial español.