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Que los independentistas catalanes van ganando la partido a España es indudable. Es verdad que a efectos tácticos van a ser buenos chicos. Les conviene. Como suele decirse: dan un paso atrás para coger más impulso. En su cruzada no hay otra posibilidad que la victoria. Su empresa trasciende la lógica terrenal y política. Se trata de mesianismo. Como cualquier otro intento de secesión por las bravas, necesita esa condición, sin ella no hay éxito posible. Por eso les da igual que el PP les persiguiera o que Sánchez quiera comprarlos. A uno lo ignoraban y de otro se quederán lo que les dé y seguirán en sus trece. Para el observador político neutral son políticos admirables que superan con creces a los miopes -como poco- que menudean en Madrid.
Para los que duden que los separatistas van ganando, consulten la prensa internacional -la de Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia, Suiza...- y leerán -la traducción automática permite entender el sentido- artículos, editoriales y opiniones que se refieren a España como un país en el que un demócrata sentiría miedo de vivir en él. Es indiferente que cualquiera de nosotros creamos que están equivocados, es la imagen que tienen ahí afuera de nuestro país. Y todo es debido a la propaganda, muy hábil y efectiva, que están llevando a cabo los secesionistas, sin que el Estado sea capaz de contraprogramarles nada. Y no me refiero a Mariano Rajoy y sus inútiles. Sino al actual Gobierno. Lo de José Borrell a cuenta del embajador en Estados Unidos es de risa. Y talmente eso levanta entre los soberanistas. Fíjense en lo delirante de este episodio: Quim Torra fue a Madrid a reunirse con Pedro Sánchez con el que por lo visto sintonizó la mar de bien y, acto seguido, viajó a Edimburgo donde puso a España de chupa de dómine ante el regocijo antiespañol de toda la prensa británica, incluida la BBC, -lo más agradable que dijo fue que España no es una verdadera democracia- y el gobierno nacional, lejos de recriminarle nada, le regaló otra reunión al día siguiente de los número 2 de cada ejecutivo para que vayan acordando unos 6.000 millones de obsequio extra a la Generalitat. ¿Cómo se podría pensar que no están ganando? Imposible. Es verdad que Sánchez en estos momentos necesita a los independentistas y por lo tanto está pactando con ellos en secreto todo lo que está en su mano pactar -que es mucho: véase al respecto su suave respuesta al torpedo que nos ha enviado el tribunal alemán y que ha impactado en plena línea de flotación de la credibilidad internacional del Estado- y por ende no va a hacer nada en su contra. Faltaría más. Lo importante es lo primero, y ante todo hay que mantenerse en el poder. Pero que sus intereses sea éstos no obsta para que al menos intentase disimular. Ni por casualidad. No menos erosivo para España es la historia negra de Borbón padre recién conocida, contada por una de sus antiguas amantes. Posible corrupción brutal en la Jefatura del Estado que al menos justificaría alguna reacción al respecto. Nada. Ni una palabra. El actual titular de la Jefatura del Estado no tiene opinión, el presidente tampoco, el ministro de Justicia igual, la fiscalía anticorrupción no sabe no contesta, el Ministerio de Hacienda se hace el sueco... Y los independentistas asegurando con razón que esto es la España cañí de pandereta podrida y aplaudiendo con las orejas el espectáculo que nos hunde un poquito más en el fango asqueroso de la corrupción generalizada. ¿Alguien puede dudar de que el secesionismo está ganando en verdad la partida?