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España es un país que tiene todavía carencias democráticas serias. Una de ellas hace referencia a todo lo relacionado con la libertad de expresión, severamente mermada por delitos delirantes que no son imaginables en cualquier otra democracia. Por ejemplo, enaltecimiento del terrorismo, injurias y calumnias al jefe del Estado y /o consorte, e ídem a la religión católica, entre otros previstos penales que son una barbaridad porque amordazan la capacidad de expresarse libremente del ciudadano. Se debería entender de una vez que nadie ni nada está por encima del resto de ciudadanos en una democracia y que Borbón no merece más respeto que Rajoy, Sánchez o nuestro vecino. No somos súbditos de nadie. Somos ciudadanos. Y así las leyes deberían tratarnos. No de la forma injusta en la que se nos trata al dar un exceso de protección claramente antidemocrático a ciertos ámbitos. Cuyo origen hay que buscar en la excepcionalidad, que se lleva siempre mal con la democracia. Porque en efecto es excepcional la protección al jefe del Estado español. Si existieran las mismas aberrantes normas liberticidas en Estados Unidos, medio país habría sido enjaulado en el último año. Lo es asimismo el blindaje a los de la religión del Vaticano, pues ni ellos ni ningún otro seguidor de cualquiera de los múltiples dioses a los que se adoran en el mundo merecen nada más que su derecho a expresar su respectiva adoración libremente. Y por supuesto que es excepcional el enaltecimiento del terrorismo, figura metida con calzador en la ley –denostada por toda Europa, junto a la protección de los Borbones, por cierto, por su imposible acomodo al mínimo sentir democrático- como respuesta al fenómeno violento etarra, que no por comprensible evita su perversa naturaleza al cercenar la libertad de expresión. En suma, España no es un país que carezca de libertad de expresión, ni está en juego la esencia democrática, pero sí es cierto que episodios como la sentencia absurda, delirante e impropia de una democracia contra Valtonyc demuestran que todavía tenemos asignaturas pendientes importantes para homologarnos a nuestras vecinas europeas. O sea: ¡libertad para Valtonyc!